En la misma latitud y longitud del barrio de O Castrillón se encuentran la más y la menos visible de las huellas de la historia de las telecomunicaciones de la ciudad. La mayor se puede ver casi desde cualquier punto de A Coruña, la gran torre de la calle Montiño que se impone sobre el skyline del antiguo concello de Oza. La menos visible, también menos conocida, está justo a sus pies. Es el Museo didáctico de las Telecomunicaciones. Un grupo de prejubilados, hoy ya sin el pre, de Telefónica comenzó a pergeñarlo hace más de dos décadas y logró reunir y recrear auténticas joyas que estaban destinadas a la chatarra y, sobre todo, mantenerlas vivas. Porque de lo que más presumen sus creadores es que allí, desde piezas de principios del XX a la actualidad, todo, absolutamente todo, funciona.

El visitante no es un observador pasivo. Jóvenes que acudieron al museo se quedaron boquiabiertos al ver cómo, desde una centralita manual de los años veinte, como aquellas en las que las telefonistas de ocho mil brazos metían y sacaban cables a velocidad de vértigo, pueden llamarlo a su móvil. Y es que este grupo de entusiastas tenía claro que no querían cumular objetos antiguos por acumular, sino ser capaces que cada una de las piezas desvelase interactivamente los misterios de la veloz historia de las telecomunicaciones, desde el nacimiento del teléfono hasta la era digital.

Lo explica uno de estos cinco extrabajadores de la empresa, Ernesto López Naveiras, con el que compartieron este trabajo de años Arturo Rial, José Luis Sotelo, Felix Rodríguez y Pablo Bouvard. Ingenieros, electrónicos, radiotelegrafistas... cada uno desde su especialidad y con sus habilidades contribuyeron a montar este museo donde "todo funciona, todo se toca", indica López Naveiras, que relata que en ningún sitio de España hay nada de estas características. Es "un museo de la arqueología de las telecomunicaciones", no con carácter expositivo, "sino didáctico", al que quieren "darle un futuro, mejorarlo y compartirlo con la gente". Porque, aunque abrió en 2001 y muchos alcaldes y políticos pasaron por él haciendo promesas, estas no se han llegado por el momento a concretar.

La tarea fue de chinos. Para reunir las piezas, procedentes de almacenes u oficinas de A Coruña y de toda España, y también para resucitarlas y ponerlas en contexto. Recuperan, por ejemplo, el cuadro interurbano de San Andrés, a través del que la ciudad se comunicaba con otras ciudades y de aquí, con los pueblos del entorno. El visitante puede emular en el aparato, que estuvo activo hasta los años setenta, a las telefonistas del 009 y el 003, recordadas por los vecinos coruñeses más veteranos. "Es una parte importante de la historia de la ciudad", describen.

La pieza estaba olvidada en un rincón y además era solo un mueble, su interior estaba "desmantelado". Lo que ahora hay dentro, una ingente colmena de barras y cables, fue recreada de nuevo por ellos. ¿Cómo? Con una labor de tipo técnico "muy potente", que incluyó volver a diseñarlo a partir de planos antiguos para resucitarlo. Incluso se pusieron en contacto con alguna de las telefonistas de entonces para que les describiese exactamente cómo hacía su trabajo. Al lado, fotos antiguas de cómo eran aquellas dependencias, con la plantilla femenina y su "duro trabajo", siempre activas, con un capataz detrás en todo momento y unos cambios de turnos parecidos a un relevo en una carrera de atletismo para que el trabajo nunca parase.

Otra de sus joyas es un cuadro central algo más moderno, también con tecnología electromecánica (pero tipo Rotary) y que le llevó más de un año rehacer por su complejidad. Esta central de conmutación fue una de las últimas no digitales en funcionamiento de España. Fue instalada en la "Central Telefónica de Espino", en la calle Marqués de Amboage, en el año 1963, y estuvo en actividad hasta que, en 1993, fue sustituida por un moderno equipo de tecnología digital. Su clausura, "prácticamente un adiós a esta tecnología digital" en el Estado, fue todo un acontecimiento, presidido por el entonces delegado del Gobierno en Galicia, Domingo García Sabell.

En la sala de al lado, la llegada de la fibra óptica y el brutal viraje que lo cambiaría todo, tanto para el consumidor como para la vida de la empresa porque se pasó "de una tecnología en la que todo se ve y todo se toca" a algo radicalmente diferente. "Aquí está toda la evolución tecnológica, desde los primeros teléfonos que hubo en A Coruña hasta la tecnología digital, todo en funcionamiento y contextualizado como cuando estaba en servicio", describe Naveiras, que afirma que en el desarrollo del museo colaboró la Fundación Telefónica. Hay equipos de transmisión y radio de todas las épocas, desde los primeros sistemas de alta frecuencia analógicos a los digitales de la última década.

La obsesión de sus creadores, insiste López Naveiras, es darle un futuro a estas instalaciones únicas, ahora mismo sin visitas programadas regulares pero que sí se pueden concertar con ellos. Desean que no acaben desmanteladas u olvidadas y puedan seguir cumpliendo la misión por la que comenzaron a trabajar en ellas: poder transmitir "a las nuevas generaciones" un mundo que, aunque les parezca próximo a la prehistoria, está en su vida cotidiana y en vertiginosa evolución.