Un beatle en la ciudad. Fecha histórica. El primero en actuar ha sido Ringo Starr, recibido anoche por cerca de 4.000 espectadores en el Coliseum en un concierto que se desarrolló en un tono festivo.

Ringo fue siempre el beatle más discreto, un simpático bufón cuya aportación al grupo fue ensombrecida por el talento de los demás. Su obra en solitario también desluce en la comparación. Con sus dedos de la paz por delante, firmes sonrisas, vestido de negro con camiseta con brillantes, mostró buena forma y su diestro oficio en las baquetas a sus casi 78 años. Richard Starkey se movió sobre el escenario del Coliseum con ganas de ofrecer diversión al público. Lo consiguió a medias.

Ringo entró al escenario al trote, mientras sus músicos tocaban a ritmo de blues. Al tercer tema se sentó en una de las dos baterías, al tiempo que los miembros del grupo interpretaban versiones de temas de sus propias bandas. El recorrido musical del concierto pasó por el rock, el reggae y el pop, todo ello con un sonido algo ochentero.

Sonaron algunos temas de los Beatles, pocos, y quizá demasiados de las bandas a las que han pertenecido los experimentados músicos que acompañan en esta gira al baterista inglés, miembros eficientes de grupos tan conocidos como Toto, 10cc, Men at Work o la banda de Santana, del que rescataron una muy decente versión de Black magic woman.

El grupo se desenvolvió en el escenario del Coliseum con ganas de enganchar al público, que se movía suavecito bailando en el foso. Después de Don't pass me by tocó Yellow submarine, que sonó un poco desubicada, más infantil de lo que es. El concierto decayó luego con temas suaves de los demás músicos y un sonido que sonó lejano en el tiempo por su sabor a otras épocas.

With a little help from my friends, esa poderosa canción de Lennon y McCartney que inmortalizó mucho mejor Joe Cocker , puso fin al concierto y avivó aún más la melancolía de los asistentes. El próximo beatle en venir a la ciudad, el que queda: Paul McCartney, por favor.