Destrozados, cansados, reventados. Los pasajeros del vuelo VY7105, que debía partir el lunes a las 20.35 horas de Londres y llegar al aeropuerto de A Coruña a las 23.30 horas, y que, finalmente, aterrizaban ayer a las 11.10 a la terminal coruñesaLondres A Coruña se declaraban exhaustos. Agotados de las horas de viaje, de los nervios y de la incomprensión por parte de los representantes de la compañía, Vueling, que les atendieron desde el inicio de la epopeya. Gonzalo relata cómo ya se encontraba, junto a un compañero, delante de la pantalla de Heathrow esperando a que mostrara la puerta de embarque, anunciada para dos minutos más tarde cuando, las letras de colores marcaron la palabra cancelación. A Amparo fue un mensaje al móvil el que la avisó cuando estaba también en la terminal aeroportuaria.

"No nos dieron ninguna explicación, nos mandaron salir por una zona extraña del aeropuerto y llegamos a un sitio donde ya tenían preparados los papeles para meternos a todos en un hotel", explica el coruñés, que remarca que ninguno de los trabajadores, de la compañía British Airways, estaba identificado. Allí les ofrecían a los más de 170 pasajeros un documento con derecho a una noche de hotel, el traslado hasta allí, con la cena y el desayuno.

¿Y los vuelos? En este momento, afirman ambos, la situación comenzó a ser surrealista. "A cada persona le decían una cosa distinta", denuncia Amparo. De manera aleatoria, incluso separando a personas que viajaban juntas y habían contratado el billete conjuntamente, la compañía otorgaba vuelos para miércoles, jueves o sábado -cinco días después del vuelo contratado- e incluso a algún pasajero le pedían que se trasladase a otro aeropuerto londinense, el de Gatwick, para, allí, darle una alternativa de vuelta hasta A Coruña.

Con el enfado en el cuerpo y ya entrada la noche, todos los usuarios se trasladaron al hotel y, al día siguiente, tomaron fuerzas para seguir la lucha otra vez en el aeropuerto. Muchos decidieron comprar un billete por su cuenta, sobre todo por motivos laborales, y otros se apuntaban en lista de espera de algunos vuelos sin éxito, ya que contaban con quince personas delante. Todo el día deambulando por Heathrow, compensados con solo un bono de comida de 10 libras, para acabar, en el caso de Gonzalo y de Amparo, junto a su hermano y su sobrina, otra vez en el hotel y saliendo ayer por la mañana de Barcelona, con una hora de retraso, y partiendo desde allí hasta Alvedro, adonde llegaron en la mañana de ayer, dando por acabadas sus vacaciones con final no feliz.

La "mala experiencia" no se la quita nadie, ni las 42 horas de impaciencia, manteniendo reuniones de trabajo por teléfono, pero ahora están dispuestos a reclamar hasta el final. "Al estar desperdigados no podemos hacer frente común entre todos", lamenta Gonzalo, aunque, con los mails recogidos entre los afectados, intentarán hacer una queja conjunta. Ya presentaron una formal en su camino de vuelta, aunque remarcan que en el aeropuerto del Prat, en Barcelona, ya les aconsejaron que la repitieran vía web "porque era más seguro".

COMUNICACIÓN

La aplicación de móvil de la compañía aérea fue de gran ayuda para muchos de los viajeros, que vieron cómo fueron los primeros en tener una reubicación, aunque no fuera la más oportuna. Otros no tuvieron la suerte de tenerla instalada en el teléfono, como la pareja formada por Cristina y Pedro, que contrataron el viaje a través de una agencia de viajes, que fue la que recibió el mail avisando de la cancelación y, por tanto, no pudieron seguir las instrucciones del mismo.

La alternativa que lograron tener, llamando ellos mismos a Vueling, fue otro vuelo vía Barcelona, pero, ante el miedo de sufrir también retrasos o cancelaciones en el aeropuerto catalán y por la natural urgencia de volver de las vacaciones a sus puestos de trabajo, decidieron comprar un costoso billete de vuelta vía Madrid y con Iberia. Tras perder la conexión en la capital española, lograron llegar a Alvedro en la noche del martes. Lo peor de la situación, relatan, escuchar como pasajeros habituales del vuelo Londres-A Coruña denunciaba cómo esta situación se repite a menudo. Lo mejor, si es que algo positivo se puede sacar de una situación como esta, lo apunta Cristina: la ayuda que se brindaron entre los pasajeros para entender mensajes en inglés o apoyarse moralmente.