Iba para arquitecto, como mandaba la tradición familiar, pero su lápiz inquieto y su poderosa imaginación lo llevaron por la senda de la pintura y el dibujo. Después de todo, en la estirpe también había pintores, así que Jaime Tenreiro, fallecido el pasado jueves en A Coruña, no iba desencaminado.

De niño ya se le vio el plumero, dibujando continuamente y contando historias sin parar, así que mucho antes de mancharse a Madrid para estudiar la carrera de Arquitectura, pasó por la vieja Escuela de Artes y Oficios -la misma a la que había acudido el preadolescente Picasso-. Allí, en los bajos del antiguo edificio del instituto Da Guarda, recibió clases de Mariano García Patiño y de Quintas Goyanes, que le enseñaron los rudimentos del oficio.

Nacido en A Coruña en 1955, Jaime Domínguez Tenreiro participó de la explosión de creatividad que vivió la ciudad en los años ochenta, al socaire de los vientos de movida que soplaban en Madrid y en Vigo, y se alistó a aquella especie de vanguardia que lo mismo editaba fanzines, como él mismo hizo - El Pis o Uso Externo - que se entregaba en cuerpo y alma a la publicación de revistas de arte como La Galga o La Naval.

Tenreiro, que también hizo sus pinitos en el cómic y en las artes gráficas -formó parte del diseño y la redacción de la revista Obradoiro, del Colegio Oficial de Arquitectos de Galicia- recaló en el GrupOrzán, un proyecto que aglutinó a artistas como Javier Correa Corredoira, César Otero, Chelín, Pepe Galán, Pedro Muiño y Xoti de Luis.

Después de esos avatares, encontró su camino y la atmósfera que buscaba para sus cuadros, donde se cruzan lo mitológico, lo simbólico y lo alegórico. Como resultado, a menudo sus obras evocan a Delvaux, Lugrís o El Bosco. Una de sus últimas exposiciones fue en Monty, donde, tras la muestra Pintar x pintar, colaboró en una acción con Javier Correa y Abelenda.

Ayer, su familia y sus amigos despidieron a Tenreiro -cuya salud se había agravado en los últimos meses, como consecuencia de un fallo en el trasplante de hígado que había recibido hace años- en acto en el Tanatorio Servisa. Correa Corredoira puso la nota poética y una de sus hermanas trazó una semblanza con recuerdos de los veranos eumeses en la finca de Esteiro.