Es uno de los pocos gallegos que han pisado Corea del Norte. El férreo control de entrada de turistas hace que pocos procedentes de la comunidad se hayan animado a visitar uno de los pocos territorios con régimen comunista que quedan en el mundo. Crisanto Gándara lo hizo con una finalidad muy específica: conocer su música tradicional. A su vuelta del país en el que circulan poquísimos coches, una de las cosas que más le llamó la atención, el profesor de Historia de la Música califica a Corea del Norte de "absolutamente fascinante".

Su viaje comenzó el 29 de junio, pero su idea de visitar el país arrancó mucho antes. El trabajo de una alumna del Conservatorio sobre el K-pop, un estilo musical de Corea del Sur, le llevó a interesarse por los sonidos de aquel país, visitándolo en dos ocasiones, aunque perderse la parte norte de la tradición le hacía plantearse entrar en el país comunista. "Visitar Seúl es como entrar en cualquier otro país europeo pero a Corea del Norte hay que ir a través de agencias", explica. Él quería un tour privado, para visitar galerías de arte, tiendas de instrumentos o acudir a conciertos: empaparse de su música y su arte. Para ello, la primera condición es estar acompañado casi las 24 horas del día. En su caso, por dos guías y un conductor y solo cuando dormía podía estar solo. Ninguno de ellos habían acompañado nunca a un gallego, pero sí a catalanes o vascos, le explicaron. La segunda restricción, explicada previamente, fue la de no llevar objetos religiosos, como biblias, o camisetas con banderas estadounidenses, así como drogas o pornografía.

La conclusión general, relata Gándara, es que "la gente no tiene cuernos ni rabo" y que, como todas las cultura orientales, destacan por su "amabilidad y cordialidad". Al margen de tener compañía coreana durante todo el día, defiende que, con su propio móvil, pudo sacar todas las fotos y vídeos que quiso y que no experimentó ningún episodio desagradable o prohibición específica durante los nueve días que pasó en territorio norcoreano. Los episodios, en general, más sorprendentes fueron dos y relacionados ambos con la visita a la zona desmilitarizada, en la frontera entre Norte y Sur. El primero, la escasez de coches en los 160 kilómetros de autopista que tuvo que recorrer. "Nos cruzábamos con bicicletas, con peatones pero solo dos o tres coches en todo el recorrido, y alguno era militar y otros microbuses de turistas", subraya. El otro, el escaso protocolo a la hora de pisar esta zona de encuentro entre ambos países. Cuando estuvo en Seúl no llegó a este punto de la península pero le advirtieron de que, si iba, tendría que vestir de una manera determinada; en cambio, con sandalias y pantalón corto pudo visitar la frontera y charlar y compartir cigarrillo con soldados norcoreanos.

Sobre su investigación, alabó el nivel musical "altísimo" que tienen los ciudadanos de Corea del Norte. "Ya nos gustaría a nosotros tenerlo", suspira. Desde los tres años hasta los 16, los jóvenes tienen aprendizaje musical y se nota en que, dice, el nivel es "bastante más alto" que en Occidente. Lo que también le llamó la atención es que, tanto sus vecinos del sur como en Occidente, se intenta "rescatar" y "proteger" la música tradicional pero en este país se renuevan los instrumentos para "reforzar la ideología comunista".

El profesor contempló una sociedad de bienes estatales pero que, con respecto a artículos o libros que había leído sobre europeos que habían estado en Corea del Norte, ya ha cambiado. "Ya se ven teléfonos móviles o coches", apuntó Gándara, que destaca que aunque sus terminales tienen aplicaciones similares a los occidentales, no tienen internet. "Ellos tienen una intranet", especifica.

Su experiencia fue muy buena y su interés por la música coreana, de ambas partes, sigue creciendo por lo que este mismo año volverá a Seúl y ya está planificando retornar a Pyonpyang. Sobre el precio, teniendo en cuenta que se trata de un viaje con todo incluido, el coruñés no da cifras concretas pero apostilla: "No es barato, pero tampoco prohibitivo".