Son uno de los colectivos más vulnerables a día de hoy. Las personas sin hogar se enfrentan cada día a un estigma que los asocia a la criminalidad, la drogadicción y a los trastornos mentales ligados a la psicopatía. Trabajadores del albergue de Padre Rubinos, que día a día intervienen con miembros de este colectivo, desmienten estas ideas preconcebidas. "Hay perfiles de todo tipo, no se les puede tratar como una generalidad. Sí, han agotado determinadas vías y han terminado en la calle, pero eso no tiene por qué estar ligado sí o sí al consumo de drogas y alcohol. En ocasiones son personas con estudios superiores , no consumidores y que mantienen una imagen impecable pese a sus circunstancias".

Desde Padre Rubinos apuntan a otro de los prejuicios más extendidos, el de que la inmensa mayoría de los sin techo ejercen la mendicidad por elección. "Se tiende a pensar que quieren estar en esa situación por norma. A muchos les cuesta enormemente pedir, lo hacen por extrema necesidad y no por vagancia. Son conscientes de cómo se les mira la gente. Son invisibles para la sociedad y lo saben".

Otro de los falsos mitos que pesa sobre el colectivo es el de los trastornos mentales de tendencia psicópata. Diego Utrera, exdirector del proyecto Mi casita del hogar de Sor Eusebia, es tajante al respecto. "No son violentos. No se organizan en bandas, no forman grupos, no sienten esa necesidad de relacionarse. Cada uno va a su aire. Su principal preocupación es sobrevivir".

Utrera explica que en ocasiones los vecinos que viven cerca de los centros y albergues creen que el valor de sus casas bajará al encontrarse próximas a alguno de estos recursos. "Eso es totalmente falso, no es un colectivo que se dedique a los actos vandálicos ni que vaya a ser un peligro para los niños. Eso no ocurre en ningún sitio, en las puertas de establecimientos como las cocinas económicas, los albergues o los centros de día se juntan todos y no hay problemas." Aunque sí existen determinadas enfermedades mentales ligadas a la vida en la calle, en ningún caso se aproximan a los trastornos de conducta violenta. "El abandono de ciertas referencias puede hacer que desarrollen determinados hábitos. Por ejemplo, a veces hablan solos porque pierden la capacidad de relación, pero eso no es en ningún caso peligroso", afirma el director.

El proyecto Mi casita, según Utrera, pretende dar respuesta a las necesidades de las personas sin hogar, respetando el carácter individual de cada uno de ellos. En determinados casos, el problema no es la carencia de recursos institucionales sino la falta de sintonía de los responsables con el colectivo. "Con el proyecto, queremos que cada persona haga suyo su habitáculo, sin responder ante nadie. Sin horarios impuestos", afirma el director. El proyecto sigue pendiente de ubicación después de que el rechazo vecinal llevara al Ayuntamiento a no apoyar su instalación en una parcela municipal en Eirís.