Junto a Antonio Giráldez y Tarsila Sánchez, Pablo Ibáñez montó, cuando eran todos estudiantes de la escuela, la editorial Bartlebooth, que siguen manteniendo mientras trabajan en estudios de arquitectura.

- ¿Qué es Bartlebooth?

-Es una plataforma editorial independiente. Hemos hecho seis publicaciones, seis experimentos, que tienen como factor común que, por nuestra parte, planteamos una hipótesis de partida muy clara, que siempre versa sobre un tema en particular, e interpelamos a una serie de personas, de agentes o colectivos, a que produzcan reflexiones específicas sobre ese tema.

- Denos un ejemplo.

-En el último número, Protocolos, hablamos de que, en las prácticas espaciales contemporáneas, no son tan importantes los diseños específicos, finales, sino que todos los patrones, las jurisprudencias, o las normas o los marcos, son mucho más definitorias que el resultado final. Investigamos sobre esta noción de protocolo aplicada al ejercicio de la arquitectura. Intentamos publicar todos los otoños y ahora mismo estamos trabajando en el siguiente número.

- ¿Lo consideran una iniciativa de éxito?

-Como nació partiendo de la máxima de que "si haces algo que te interesa, a alguien más le interesará", que cada vez hayamos podido hacer una tirada mayor, hasta 750 ejemplares, o que estemos llegando a puntos de distribución fuera de España nos llena de ganas de seguir.

- ¿Cómo acogieron estar en la Bienal?

-Fue una alegría muy grande porque la mayoría de proyectos creemos que tienen un enorme interés para la arquitectura. Y también nos entusiasmaba mucho que, frente a las muestras que había hecho España, que enseñaba edificios hechos por arquitectos reconocidos o de carrera media, este año se abriese la oportunidad a profesionales incipientes o proyectos embrionarios dentro de las escuelas o a arquitectos jóvenes.