Es famoso por su dominio de Verdi, pero también se mueve con fluidez en el bel canto. Juan Jesús Rodríguez, considerado uno de los cinco mejores barítonos de la actualidad, regresará el próximo 8 de septiembre al Palacio de la Ópera para interpretar una de las piezas más complejas de Bellini, Il Pirata, en el que debutará el papel de Ernesto. Programada para las 20.00 horas, la actuación precederá a otro estreno para el artista, Simón Boccanegra, que llevará a la escena de Marsella bajo la dirección de Leo Nucci.

-Cuesta encontrar a cantantes que sean capaces de abordar esta pieza de Bellini, ¿cuáles son las dificultades para un barítono?

-En mi caso, las dificultades son la tesitura, porque es un poco grave, y la agilidad. Cantas en una línea de canto en el que el barítono se siente un poco incómodo. Además, yo normalmente hago Verdi, y esto es bel canto. Las voces se trataban como instrumentos, mientras que con el verismo eran más naturales.

-Hará de Ernesto, el malvado Duque de Caldora. ¿Le tocará algún día hacer de héroe?

-[Risas] Hombre, hago un poco de todo, pero el barítono, como tiene una voz grave? Las voces graves se relacionan directamente con el mal, y ya si eres bajo, eres el demonio [ríe]. Pero son papeles muy gratificantes. Poder hacer de malo en el escenario y no en la vida está muy bien, porque le das salida a tu parte chunga, y también es un ejemplo de lo que no hay que hacer.

-Con otro personaje malvado, el Conde de Luna, debutaba en 2016 en el Metropolitan de Nueva York. Tengo entendido que fue un debut un poco accidentado.

-Ah, sí, sí. En la salida del conde había un rotatorio, desde donde iba a ver por primera vez el escenario con el público. Y, justo cuando estaba rotando, de aquello empezó a salir humo. Se escacharró, y se paró la ópera media hora. Con el estrés que tenía yo de debutar en el Metropolitan? Imagínate esa media hora lo que fue para mí.

-¿Sintió ese debut como la cumbre de su carrera?

-Más que me estaba encumbrando, lo que yo sentí fue que ese teatro era como mi casa, como si hubiera estado siempre ahí. Pero es verdad que lo mitificas, porque es un teatro sobre el que has oído desde pequeño, y al que piensas que nunca vas a llegar. Es como un templo de la lírica.

-Antes de aquello ya había dado grandes pasos, como la apertura del Teatro Real de Madrid. Allí le aconsejaron en sus inicios que se conformara con hacer comprimarios.

-Sí, yo pedí hacer roles más grandes, y me dijeron que me dejara de tonterías, que ahí tenía asegurados cinco años de trabajo haciendo papeles secundarios y que ese era mi futuro. Ahí sí que me dio pavor, porque pensé: ¿Para qué me he venido a Madrid? ¿Para estar en un coro? Ese no era mi objetivo. Entonces cogí la maleta y me fui fuera de España. Y eso fue como descubrir otro mundo. Después de todo lo que no me habían valorado aquí, cuando abría allí el pico me decían: "Estreno de temporada".

-Por aquel entonces ya cantaba Verdi. ¿No es cierto eso que dicen muchos, de que se le alcanza con el tiempo?

-Yo en eso no estoy de acuerdo. Depende del tipo de voz que tengas. Por ejemplo, en mi caso se empeñaban en que cantara Mozart, y Mozart hubiera destrozado mi voz. Para mí es un error empezar con él, sobre todo si eres barítono, porque es casi un bajo y te quedas en la zona media grave y luego atacar el agudo es muy complicado. Ahora puedo cantarlo, pero porque Verdi ha sido una escuela para mí. No hay que tener miedo a cantarlo.

-Señalaba antes la falta de valoración que sufrió en España. ¿Le sigue ocurriendo?

-Sigue pasando, desgraciadamente. Y, de hecho, voy a tomar cartas en el asunto. Yo y algunas personas más vamos a hacer una asociación para poder hablar con el Ministerio de Cultura y contarle la realidad que hay, que es muy triste. Es todo un negocio de agencias, que copan el mercado del país con dinero público, y los cantantes españoles no tenemos hueco ahí, o los huecos que nos dejan no son acordes con el nivel que tenemos. Nos cuesta muchísimo cantar en España.

-¿Y no teme que empezar a resultar "incómodo" le pase factura en los teatros?

-Ya me pasa factura. Ya me penalizan cuando hablo. Pero yo creo en mi valor.

-Me da la sensación de que esa libertad que muestra es una rareza en el mundo artístico.

-Sí lo es, porque la gente tiene mucho miedo. Hay una mafia por debajo que te puede cerrar las puertas a nivel mundial. De hecho, a mí me las han cerrado muchas veces. Pero la gente no va a hablar, porque tiene miedo a perder lo poco que tiene, o porque ni siquiera tiene pero cree que lo va a conseguir no hablando. Claro que están equivocados. O se mueren como artistas porque les dan papeles muy por debajo de lo que podrían hacer, o no salen al escenario, porque no están con el agente "adecuado".

-¿Por eso ese sueño de ser director artístico?

-Sí, yo quiero ser director de un teatro para dar oportunidad a los artistas de verdad. Ahora, unos cuantos dicen quien vale y quien no, y hay muchísimos que valen y que podrían llegar al público de una manera directa, pero se están quedando en sus casas o los están quitando del medio. A mí me gustaría darle oportunidad a toda esa gente, para que nadie tenga que pasar por lo que he pasado yo.