Han pasado 74 años desde la inauguración de Riazor, en la ubicación que hoy en día ocupa, y ahora el estadio vuelve a estar rodeado de andamios. Las obras por la renovación de la cubierta -con una inversión del Concello de 7,16 millones de euros- comenzaron el pasado 19 de mayo. Aunque según la previsión inicial los trabajos deberían de haber terminado ya, la realidad es otra. Las gradas de Marathón y Pabellón están parcialmente cerradas, lo que ha obligado al club a reubicar a 8.564 socios en los dos próximos partidos, contra Sporting de Gijón y Granada. "Es algo a lo que hay que acostumbrarse", declara el exjugador Alfonso Castro, que padeció con sus compañeros más de una temporada de reforma para el Mundial '82.

Así, no será esta la primera vez que jugadores y aficionados entren a un Riazor en obras. Basta con remontarse a aquellos ochenta, cuando el estadio se sometió a una reforma integral, casi una reconstrucción, para convertirse en sede del Mundial del 82. Las selecciones de Perú, Polonia y Camerún pisaron aquel campo coruñés, pero fue el Deportivo el que sufrió las consecuencias de las obras.

"Para el futbolista es muy desagradable porque las gradas no están llenas de gente", apunta Carlos Ballesta, central blanquiazul entre 1974 y 1985. El exfutbolista recuerda bien la sensación. "No solo fueron un par de partidos. Estuvimos una temporada y media jugando así, con obras y andamios", relata. El ruido de las máquinas acompañaba a los jugadores en sus entrenamientos, ya que por aquel entonces no contaban con una ciudad deportiva en la que ejercitarse. "Es como hacer reformas en casa, que nunca estás cómodo. El jugador, por supuesto, nota el cambio", explica.

En los partidos que jugó aquel Deportivo de los ochenta en casa, los aficionados se situaban en Tribuna y en la grada que hoy ocupa Marathón. "Lo bueno es que teníamos a gente animando detrás de la portería", comenta como dato positivo Alfonso Castro, que desempeñaba el papel de delantero. No comparte el mismo optimismo su compañero de equipo José Manuel Traba, quien asegura que "faltaba ambiente y la cercanía del aficionado". A pesar de las dificultades, lograron hacerse fuertes en su estadio y consiguieron el ascenso a Segunda en el 81. "Fue difícil jugar así en casa pero había mucha diferencia entre nosotros y los otros equipos y ganábamos bien", reconoce Traba.

Al Deportivo de Natxo González le toca enfrentarse a esta situación este domingo en su partido contra el Sporting. El club también reubicará a los socios en la cita del 24 de septiembre contra el Granada. Según las previsiones del Concello, que informó que las obras finalizarán este mes, la renovación de las cubiertas solo provocará inconvenientes en estos dos encuentros de liga. "Son cosas que hay que aceptar y los jugadores tienen que acostumbrarse", recomienda Castro, que vio Riazor en obras durante más de una temporada.

Los jugadores que formaban parte de la plantilla del Deportivo del 81 entienden que es una situación "incómoda", pero el resultado merece la pena. "Después del Mundial, jugar en aquel estadio fue maravilloso. Te sentías muy arropado", dice Ballesta, aún con la ilusión de aquel jugador. Riazor estrenará en las próximas semanas nuevas cubiertas, con más resistencia al medio urbano-marino en el que sitúa el campo, iluminación y césped -estas dos últimas, inversiones del club-.

En todos estos años, Riazor ha pasado por otros remozados y cambios. En los 90, se eliminaron las pistas de atletismo y se procedió al cierre completo del campo. Así se levantó Pabellón y General pasó a ser Marathón. Con la llegada del nuevo milenio, se introdujeron una serie de cambios. El estadio fue modificado para adecuarse a la normativa de la UEFA, ya que el equipo había dado el salto a la Champions. Se fueron perfeccionando pequeños detalles en las últimas décadas, como los palcos VIP y los accesos, hasta dar protagonismo a las cubiertas.

Los hoteleros, preocupados

La Asociación Empresarial de Hospedaje de A Coruña (Hospeco) lamenta que los aficionados del Sporting de Gijón no puedan acompañar a su equipo el domingo. En esta jornada, a Riazor solo accederán los abonados, ya que el aforo se ha visto reducido por las obras de las cubiertas. "El partido cayó muy pronto en el calendario y el horario es horrible -domingo a las 20.45 horas-", expone el vicepresidente de la entidad, Richard Huerta, quien revela que "no hubo tanta demanda como otros años y se han cancelado casi todas las reservas".

En su última visita a la ciudad, en septiembre de 2015, la Mareona -como se conoce a la afición gijonesa- dejó unos tres millones de euros. Hospeco espera que el partido que tenga "tirón" este año sea el del Oviedo -10 y 11 de noviembre-. "Va a llenar A Coruña seguro", concluye Huerta.