Pasó la infancia entre camerinos, acompañando a su madre en su paseo por los escenarios más importantes del país. "Me he criado en teatros", reconoce Manuel Marsó, para el que el arte era un destino inevitable. El hijo de Concha Velasco, hoy director tanto en las tablas como en el cine, se encuentra ahora presentando El funeral. La obra, una "comedia disparatada" sobre la despedida de "la actriz más grande de España", Lucrecia Conti (Concha Velasco), llegará este domingo al Teatro Rosalía, donde podrá verse desde las 20.30 horas.

- Ha apostado siempre por el cine, pero parece que el nombre se lo está haciendo en el teatro.

-[Se ríe] Sí. Es que últimamente me ofrecían proyectos en teatro que no podía rechazar. Y cuando mi madre me dijo: "Escríbeme una comedia divertida, que estoy cansada de tanto drama", y salió El funeral? Pues estamos muy contentos con el resultado.

-Es una comedia de humor absurdo. ¿Cómo encaja eso en el ambiente de un entierro?

-Si te das cuenta, muchas de las películas que llevan "funeral" en el título suelen ser comedias. Los funerales son siempre situaciones un poco embarazosas, porque no te puede entrar la risa. Esta obra bebe mucho de la comedia absurda de finales de los 70, donde los actores no hacen el tonto porque son cosas serias, pero donde todo lo que está pasando alrededor es muy loco.

-A su madre ya la había dirigido en el corto Los niños del jardín . ¿Ha sido diferente esta vez, al pasar a las tablas?

-La verdad es que sí, porque el teatro es el reino del actor. Lo diriges en un montón de ensayos, pero luego están solos. Por eso los ensayos deben ser más exhaustivos.

-Suena a que es exigente.

-[Risas] Yo sí. Y en teatro más. Mi madre y yo somos muy exigentes, tenemos un respeto por la meticulosidad que se ve en la obra.

-Muchos hijos de artistas buscan alejarse de la sombra de sus padres. Esto de dirigir a su madre en escena, ¿no le perjudica?

-Es siempre un arma de doble filo, de la que hay que aprovecharse, pero sin abusar. Cuando llevamos el proyecto al productor [Jesús Cimarro], me dijo: "Es muy peligroso lo que vas a hacer. Si la obra tiene éxito, todo el mundo dirá que es por Concha Velasco. Y si es un fracaso, te culparán a ti". Trabajar con tus padres cuando son tan conocidos significa que nadie va a a reconocer nunca tu mérito. Pero no me importa, porque si el teatro se llena, es éxito de todos. Además, ¿cómo voy a decir que no a un proyecto con la mejor actriz de España?

-¿No le daba miedo?

-Mucho. Uno de los momentos más aterradores de mi vida fue un día antes del estreno en Valladolid. Estaba aterrado porque llevábamos ya dos meses ensayando, los chistes empezaban a dejar de hacernos gracia, y yo pensaba: "¿Y si esto no gusta?". Pero entonces hicimos un pase de prueba, la gente se rió, y respiré tranquilo.

-Se refería antes a su madre como "la mejor actriz de España". Así se describe también a Lucrecia Conti, aunque ella niega que esté basado en ella?

-Sí está basada en ella. Los personajes principales de esta función están basados en la realidad. Lucrecia Conti es una versión exagerada de Concha Velasco. El representante se llama Alberto Luján porque el nombre se parece al de verdad, Antonio Durán. Ainhoa y Mayte son dos versiones muy exageradas de mi hermano y de mí. Yo me río de mí mismo, y de lo pragmático que puedo llegar a ser.

-¿Por qué no subir a escena como usted mismo, entonces?

-No, jamás, jamás [se ríe]. Nunca he querido ser actor, creo que lo pasaría muy mal. Como director tampoco se pasa bien, porque eres como un entrenador que nunca puede saltar al campo. Pero creo que mi sitio está detrás.