Nací en A Grela, aunque al poco tiempo mi familia se trasladó a San Pedro de Visma, donde nació mi hermano Alfredo, pero luego nos mudamos a San Roque, donde nació mi hermana Elena. Aún nos trasladamos una vez más a las casas de Os Mariñeiros, entonces conocido como O Barrio da Zoca, ya que mi padre, Manolo, era marinero. Allí nació mi hermano Lolo y es donde todavía reside mi madre, Manuela, mientras que yo soy conocido en la zona como Tito el maragato.

Mi primer colegio fue el de Os Mariñeiros, que hoy es el centro cívico del barrio, donde todos los días nos hacían cantar el Cara al sol al entrar y al salir, y se izaba la bandera nacional. Recuerdo que en el patio del colegio nos separaban a los niños y las niñas antes de entrar y nos pasaban revista para ver si íbamos bien aseados, por lo que a veces nos tiraban de las orejas si estábamos mal peinados.

Estuve en ese colegio hasta los trece años, edad a la que me puse a trabajar para ayudar a la familia, al igual que muchos de mis amigos. Mi padre trabajó desde los ocho años en un barco de bajura y le pagaban según lo que pescaban, por lo que su sueldo muchas veces no llegaba para mantenernos. Mi primer trabajo fue de chico de los recados en la papelería de Riazor, donde estuve dos años, y luego pasé a una droguería en Juan Castro Mosquera, en la que trabajé hasta los dieciocho años.

Después fui camionero en la lonja para llevar el pescado desde el muelle hasta la antigua plaza de Santa Margarita, ya que pude sacar el carné de conducir con un préstamo que me hicieron en la droguería, ya que en aquella época el coste equivalía a mi sueldo de seis meses. Tras hacer la mili en Ferrol, empecé a trabajar como repartidor de flanes y yogures con un camión hasta que finalmente me ofrecieron la posibilidad de ser conductor de la Compañía de Tranvías, en la que desarrollé el resto de mi vida laboral.

Mi pandilla de la infancia estuvo formada por Ramón, Guzmán, Rigo, Gonzalo, Manolito, Berto, Pardo, Vaquero, Manolete y mi hermano Alfredo, con quienes jugaba en la zona de Os Mariñeiros, que todavía estaba rodeada de campos y montes, así como por San Pedro de Visma, Labañou, O Portiño y Bens. En las playas de esos dos últimos lugares nos bañábamos desnudos muchas veces porque no teníamos bañador y en Semana Santa íbamos a O Portiño a coger erizos y percebes en las islas durante la bajamar, en la que se formaba un camino de arena en el que solo cubría hasta las rodillas, aunque teníamos que darnos prisa para hacerlo antes de que subiera la marea.

Para jugar a las chapas íbamos a buscarlas por los bares del barrio , las forrábamos con un trapo y les pintábamos el escudo del equipo que nos gustaba para simular partidos de fútbol con ellas. A los diez años entré en el primer equipo de fútbol de Os Mariñeiros, llamado Aguia, en el que jugué de portero dos años, casi siempre en la antigua explanada del estadio de Riazor. En esa época fui además recogepelotas en los partidos del Deportivo, donde tenía como encargado a Calibre y lo pasaba muy bien, ya que podía pasar gratis al estadio.

Luego fiché por el club Sueiro, de Sigrás, que como quedaba muy lejos para los que vivíamos en la ciudad, el presidente nos venía a buscar en una camioneta para ir a entrenar. Más tarde pasé al Campanal, de Loureda, y finalmente al Batallador y el Sin Querer, donde tuve como compañeros a Gelín, Manolete, Eliseo, Manolo y Miguel el cubano.

En nuestra infancia íbamos a los cines Santa Margarita, Doré, España y Hércules. Al lado de ese último había un local de alquiler de bicicletas que solíamos coger cuando teníamos dinero. Recuerdo que un día alquilamos una y me fui con mi amigo Eduardo Seoane hasta Santa Cruz e hicimos el viaje de ida y vuelta yo sentado en la barra y el de conductor. En Peruleiro había un baile llamado Lux que también fue cine, aunque al que más íbamos era el de Santa Lucía, sobre todo con mis amigos Manolito y Vaquero. y donde también se hacían combates de boxeo. Si esa sala estaba llena, nos íbamos al Sally, que estaba muy cerca, aunque también frecuentábamos La Granja, cuyo baile rosa del jueves tenía mucha fama.