Tres grandes triunfadores -dos artistas individuales y uno colectivo- se concitaron para ofrecernos una maravillosa jornada de ópera. Fueron ellos: la soprano Ángela Meade; el director de orquesta, Kamal Khan; y la Orquesta Sinfónica de Galicia. La soprano estadounidense ya había triunfado en este mismo escenario en Ermione, de Rossini, con la misma orquesta bajo la batuta del siempre recordado Alberto Zedda. En este recital ha estado soberbia porque ha insistido en el repertorio de lírica spinto o lírico-dramática, que tantos éxitos le dio a su admirada Caballé. Alcanzó cotas de excelencia con Io son l'umile ancella, de Adriana Lecouvreur, de Cilea; Pace, pace mio Dio!, de La forza del destino, de Verdi; L'altra notte in fondo al mare, de Mefistófeles, de Arrigo Boito; y, acaso sobre todo, Ebben ne andrò lontana, de La Wally, de Catalani, y Casta diva, de Norma, de Bellini, ésta, ofrecida como primer bis. El poderío vocal de una voz que corre, que llena la sala; la capacidad para apianar y emitir sonidos aterciopelados, propios de la cuerda de lírica; el sentimiento expresado sólo con la voz, sin apenas apoyos corporales; todo ello hace de Ángela Meade una cantante privilegiada para el recital. Únase a ello la belleza tímbrica, los agudos brillantes y un amplio fiato, que puso de relieve de manera especial en el segundo bis: Artis calling for me, de la opereta The Enchantress, de Víctor Herbert. La Orquesta Sinfónica de Galicia, bajo la inspirada batuta de Khan, estuvo sencillamente memorable. Tal vez haya sido la ocasión en que la he escuchado tocar y acompañar de manera más perfecta y brillante fragmentos de ópera. Alternando con la soprano, abordó páginas de hondo calado: la preciosa obertura de La scala di seta, de Rossini; el intermedio de Goyescas, de Granados (pocas veces interpretado con tanta pasión); las esplendorosas oberturas de La forza del destino, de Verdi, y de Rienzi, de Wagner; el hermoso intermedio de Manon Lescaut, de Puccini; y la chispeante obertura de Candide, de Bernstein. El director se mostró tan preciso como flexible en el acompañamiento de la cantante; realizó además esa misión fundamental de servir de puente entre el escenario y la sala, entre intérpretes y público.