El acusado de matar a su hijo de once años con una pala metálica el Día de la Madre del año pasado en Oza-Cesuras, Marcos Javier Mirás, dijo ayer no recordar nada sobre el fin de semana en el que ocurrieron los hechos y, tal como hiciera su abogado, justificó su posible autoría en las enfermedades mentales que sufre. "Marcos Javier, normal, no mata a su hijo", alegó frente al jurado popular ayer, en el primer día del juicio celebrado en la Audiencia Provincial. La defensa pide su libre absolución y, en caso de declararlo culpable, su ingreso en un psiquiátrico o una rebaja de la condena por su estado psíquico. El Ministerio Fiscal y las tres acusaciones -la madre del menor, la de la Xunta y la de la asociación Clara Campoamor- reclaman prisión permanente revisable por asesinato; entre uno y cinco años de cárcel por daños psicológicos a su expareja, y entre 100.000 y 180.000 euros de indemnización económica.

"No soy una persona normal", aseguró el acusado, y añadió: "No sé lo que soy capaz de hacer". "A veces dejamos la medicación o no somos conscientes de que estamos enfermos", alegó, aludiendo una y otra vez, a preguntas de su abogado, a más episodios de amnesia y a consultas con psiquiatras. "El fin de semana empezó y terminó el viernes", declaró, insistiendo en que no recuerda nada de lo que hizo aquellos días de mayo. Ante la pregunta de la fiscala sobre la presencia de sangre del niño en su ropa y en su vehículo, espetó: "No lo puedo explicar. Llevo 17 meses pensando en eso y no he llegado a ninguna conclusión. Lo único, que pensara que el que tenía delante no era mi hijo". Tan ajeno dijo ser a lo que ocurrió aquel domingo de mayo de 2017 que creyó que su presencia en la cárcel y las acusaciones eran "un montaje, una farsa para no dejarme ver a mi hijo".

En los próximos días se presentarán las pruebas sobre el estado mental del acusado, pero el abogado, Ignacio Espinosa, enumeró ayer siete enfermedades mentales que dice que padece el hombre y que le habrían llevado, aquel 7 de mayo, a un "cortocircuito absoluto en su cabeza". Además del propio historial clínico de su cliente, el letrado mencionó la diabetes que sufre y el "episodio de estrés puntual" que habría padecido ese fin de semana. Lo único que pudo contar de aquellas horas Miras fue que, cuando fue a buscar al niño al punto de encuentro para pasar el fin de semana, lo notó raro. "Me estaba mirando con cara de odio", recordó. Al llegar a casa de su madre, donde residía, el menor dijo que no volvería más a la vivienda de su padre. A partir de ahí, el acusado solo rememora haber ido a un centro comercial y, días después, cómo entró la policía en el hostal de San Roque donde se alojó tras el crimen, y negó que dirigiera a los agentes al lugar donde estaba el cadáver.

Frente a la versión del hombre y su defensa, el Ministerio Fiscal habla de un asesinato "plenamente planificado" y de "venganza" hacia su mujer por haberse divorciado. La fiscala acusa al hombre de intentar "causar el mayor daño posible" a su expareja y que este fuera "irreparable". En su intervención inicial, apuntó a que el acusado había elegido un día "muy específico", el de la madre, y una zona "muy alejada, boscosa" para impedir que el niño pudiera pedir auxilio. Según la fiscala, el "rencor" de Miras se puede apreciar en un mensaje de Facebook que envió al hermano de su exmujer un año antes del crimen en el que, de manera "macabra y premonitoria", dijo, amenazaba a la madre de su hijo. "La última palabra no está dicha en esta historia", versaba el texto, que el hombre ocultó a su hermana para no alarmarla, según testificó ella misma. El acusado niega haberlo enviado. La Fiscalía niega que los problemas mentales pudieran afectar al acusado, afirmando que "sabía que lo que hacía" y recordando que en 2009 una sentencia lo había condenando por coacciones y que en 2013 otra denuncia de amenazas había sido sobreseída por falta de pruebas.

La acusación particular, ejercida por Eudoxia Neira, comparte la versión de la fiscala. El asesinato "fue la gota que colmó un vaso que se empezó a llenar hace años", dijo en relación al matrimonio y posteriores desavenencias de la pareja. La finalidad del acusado, reprochó Neira, era "matar en vida a la mujer" y recordó que, desde que se divorciaron, la mujer no sale a la calle sin estar acompañada por miedo a su expareja. Sin rastro de enfermedades mentales que influyeran en sus actos, la letrada calificó al hombre de "persona fría, que carece de empatía y de arrepentimiento". La abogada de la Xunta aseguró que el estado de salud "no alteró sus funciones", por lo que, añadió, "sabía plenamente lo que hacía". La representante de la asociación Clara Campoamor apuntó a lo sorpresivo de los hechos para el menor: "Ningún niño se espera un ataque, pero menos de las personas que están destinados a protegerlos".

La defensa del hombre censuró que las acusaciones describan a su cliente como una persona "absolutamente despreciable" y "lúcida". Según Espinosa, es un enfermo, por lo que pidió que se le juzgue como tal, remarcando que, ante su falta de memoria, el hombre está dispuesto a "dar la cara". "Me ha dicho: 'Si he cometido este delito, tengo que pagar por ello'", ilustró. Según el abogado, las pruebas que se presentarán esta semana en el juicio probarán un "episodio de anulación de voluntad" el fin de semana en el que murió su hijo.