Los dos agentes de la Policía Nacional que acudieron el lunes día 8 de mayo de 2017 a un hotel del paseo marítimo, en San Roque, a detener al hombre acusado de matar a su hijo calificaron su actitud, desde que les abrió la puerta de la habitación hasta que descubrieron el cadáver del niño en un bosque de Oza-Cesuras, de "fría". Ambos coincidieron ayer, en la segunda jornada del juicio, en que estuvo durante todo el proceso "tranquilo" y en que no detectaron ningún síntoma de problemas mentales. Es más, los policías llamaron a una ambulancia y explicaron cómo la médica que lo examinó les dio el visto bueno para continuar la investigación y "rechazó el ingreso hospitalario".

A preguntas de la fiscal, ninguno de los dos observó en su comportamiento ningún cambio cuando le preguntaron por el paradero de su hijo, en el primer contacto que tuvieron con él, ni cuando, tras pasar por comisaría, encontraron el cadáver. Según una tercera agente, que también testificó ayer, cuando entre los presentes se sintió la "conmoción" por hallar al niño fallecido, él, dijo, parecía "ajeno a todo". Los dos policías también coincidieron en señalar que el acusado les indicó el camino hasta el cuerpo del menor. En una de las dos primeras declaraciones en comisaría, rememoró uno de ellos, "dijo que si se trasladaba a Oza puede que recordara algo más". Tras un trayecto en coche, caminaron por una pista durante alrededor de media hora: "En todo momento, nos indicó él dónde ir". El acusado se paró en un punto del trayecto y "dirigió la mirada hacia un camino ascendente y no continuó andando". Los agentes subieron unos 30 metros por la zona indicada y encontraron el cuerpo del menor apoyado en un árbol.

Cerca del lugar, relataron los policías, se hallaba el arma del asesinato, una pala que, mostrada ayer en la sala, ambos reconocieron, y tierra movida en lo que, según dijeron, parecía "una tentativa de excavación". El niño tenía la ropa descolocada y arañazos que demostrarían que fue "arrastrado" y, por las manchas de sangre y las huellas de las ruedas de un coche en la zona, mostraron su sospecha de que el acusado hubiera matado al menor en la pista principal y lo hubiera movido.

Por las pesquisas iniciadas antes de encontrar al hombre a través de su número de teléfono móvil, la Policía Nacional supo que el hombre había llamado hasta siete veces a su madre y a su abogada, que después lo acompañaría en el trayecto hasta Oza-Cesuras. Los policías explicaron que el acusado no entabló mucha conversación con ellos, que cuando le preguntaron, de inicio, dónde estaba su hijo dijo que "no sabía" y que, en los interrogatorios, había "divagado". "Casi todo era 'no lo recuerdo' y tenía recuerdos selectivos", detalló un agente.

También declararon en la Audiencia Provincial ayer la dueña y tres empleados del hotel donde se alojó y se detuvo al acusado del asesinato en la jornada de los hechos y en la siguiente. Pese a que admitieron que los turnos en la recepción son "flexibles" y no pudieron especificar las horas de los encuentros, con su testimonio se pudo hacer una cronología de los hechos de aquellos días. Según los testimonios, el hombre habría entrado sobre las dos de la tarde al hotel a hacer la reserva y volvió ya de noche. Al día siguiente, pagó una noche más a la propietaria y otro empleado lo vio salir y volver a entrar al poco tiempo. Ya por la tarde de ese lunes, la Policía Nacional preguntó por él en recepción y fue detenido.

El jurado popular también escuchó ayer las declaraciones del marido actual de la madre del niño y de su hermano. El primero recordó que el acusado profería "insultos" hacia ellos delante de su hijo y que le hacía "un lavado de cabeza constante", pero defendió su posición de restarle importancia para no implicar al niño: "Era ponerlo entre la espada y la pared". El hermano de la mujer señaló las "amenazas" que recibió de su excuñado a través de redes sociales.

La Fiscalía y las tres acusaciones -la madre del menor, la Xunta y la asociación Clara Campoamor- solicitan prisión permanente revisable para el acusado, cuya defensa alega trastorno mental para pedir su libre absolución o, en caso de condena, su ingreso en un psiquiátrico y una rebaja de la pena por su estado psicológico.