La coordinadora del programa de prevención de delitos de odio a través de la lucha contra el ciberodio de la ONG Ecos do Sur, Natalia Monje, explica que hace años, cuando no existía en el Código Penal el delito de odio, vivieron en la sede de la entidad un experimento similar. Un juez con "valor y audacia", expone, condenó, como trabajo en beneficio de la comunidad, a un joven a ayudar en la ONG. El chico había sido penado por agresiones raciales y tuvo que convivir a diario con personas "de todas las razas". Monje relata que fue un trabajo "lento y complicado" pero que finalmente "salió bien". Los colaboradores y usuarios de la entidad pudieron comprobar la "transformación" del condenado, que pudo desarrollar la "empatía" a través del conocimiento de esas personas que le parecían tan distintas a él. "Al final nos identificamos porque vivimos situaciones muy parecidas", concluyó Monje.