Me crié en las viviendas de la Sagrada Familia, donde viví con mis padres, César y Elisa, y mis hermanos César, Juan Carlos y Gloria. Mi padre fue trabajador del Icona, en el que realizó toda su carrera laboral, mientras que mi madre se dedicó al cuidado de la familia. Mi primer colegio fue el de la Sagrada Familia, en el que estudié hasta los doce años.

Lo único que hacía en esos años era jugar y pasarlo bien con mis amigos del barrio, por lo que mi padre decidió enviarme al colegio Vázquez, cuyo propietario era amigo suyo. Ese cambio fue un referente en mi vida, ya que mi padre me dio a elegir entre seguir estudiando o trabajar, como hacían en esa época muchos jóvenes, por lo que opté por tomarme en serio los estudios y al final acabé el Bachiller. Con mucho sacrificio por parte de mi familia hice la carrera de Ingeniero de Montes en Santiago, donde fuera del horario de estudio vendía cuadros y otros objetos para ayudar a pagarme la estancia.

Al acabar los estudios empecé a trabajar con Pucho Mantiñán, a quien había conocido por casualidad en Santiago y quien llegó a ser el fundador de la Confederación de Empresarios de Galicia. Como le gustó mi forma de trabajar, me contrató como vendedor en la fábrica de bolsas La Herculina, en la que acabé siendo el director comercial. Al cabo de diez años, decidí independizarme y montar mi propia fábrica, Envoltorios Galicia, que llegó a ser la primera de España en bolsas para confección.

Posteriormente vendí esa empresa y me dediqué a la consultoría para gobiernos autonómicos como los de Galicia y Aragón, así como al sector inmobiliario, actividad en la que he construido un centro comercial y un hotel en Perú junto con una empresa portuguesa. También dirijo escuelas de fútbol en Camerún, Malí y Burkina Faso.

A pesar de haberme criado en un barrio humilde, en el que conservo a grandes amigos de mi pandilla, pasé allí unos años muy bonitos. Entre quienes fueron mis compañeros de aquellos momentos destaco a Constantino Freire, Álvaro, Seijo el uruguayo y José Camese- lle, todos ellos de las calles Belén y Sagrada Familia, con quienes jugué en los grandes campos que rodeaban el barrio. A partir de los siete años empecé a practicar el kárate en un viejo gimnasio que había en la calle Santiago de la Iglesia, aunque sin que se enterara mi padre, que era muy estricto, y con la complicidad de mi madre. Era una época en la que apenas se conocía este deporte, al que me dediqué hasta que marché a Santiago y en el que competí a nivel nacional y llegué a ser campeón de España.

Al dejar el kárate me pasé al atletismo en el equipo Coruña Comarcas, en el que estuve treinta años hasta que una lesión me obligó a retirarme. Conseguí ser campeón gallego de 50, 200, 400, 800 y 1.500 metros lisos y subcampeón de 100. En esos años hice grandes amigos, como Varela, Carlos Sieiro, Pepe Debén, Parada y Jenesen, con quienes sigo entrenando cuando el trabajo me lo permite y con los que a veces compito en la categoría de veteranos.

A pesar de los estudios y el deporte, en mi juventud también tuve tiempo para ir a todas las fiestas que pode, a pasear por la calle Real y los Cantones, a la sala de juegos recreativos El Cerebro o a cines como el Rex, Coruña, Avenida y sobre todo al gallinero del Rosalía, donde la mayoría de los chavales fumaban, por lo que al final se llenaba de humo.

Cuando iba con mis amigos para hacer el recorrido por las calles de los vinos, parábamos en locales como el Siete Puertas, el Priorato y el Otero, donde nos encontrábamos a pandillas de amigos. Con el paso de los años me casé y tuve una hija, llamada Noelia. En la actualidad siempre que puedo doy paseos con bicicleta, disfruto de mi familia y trato de reunirme con mis viejos amigos para recordar los viejos tiempos y mantener el contacto con ellos.