He seguido la trayectoria artística de Alberto Miguélez desde que era un niño, cuando cantaba como solista con el coro Cantabile que dirige Pablo Carballido y, entre otros brillantes desempeños, protagonizaba la ópera de Purcell, Dido y Eneas. Actualmente, con veinticuatro años, es ya un cantante perfectamente formado que está realizando un máster en Basilea y, al tiempo, estudia clave y bajo continuo. Sus compromisos europeos son importantes; pero él no olvida a su ciudad y a sus gentes porque, además de un músico completísimo, es una persona que tiene presente siempre sus orígenes. El concierto que ha dado en su ciudad natal, con un programa, de notable importancia y exigencia, ha mostrado su madurez vocal e interpretativa: voz muy bien igualada, con amplios y bien colocados registros, belleza tímbrica, e impecable regulación del aliento, lo que, unido a una notable flexibilidad, le permite resolver a la perfección amplias coloraturas. Por otra parte, jamás descompone el gesto ni utiliza apenas apoyos corporales, expresando las emociones (los affetti) con medios puramente vocales; canta sin mostrar esfuerzo alguno, con la mayor naturalidad; así, lo que está realizando semeja ser lo más fácil del mundo. Todo el programa se desarrolló entre ovaciones y exclamaciones de entusiasmo. Uno de los más intensos momentos en la aprobación del público sucedió tras la maravillosa versión del aria de Rinaldo, de Händel, Lascia ch'io pianga, cantada con una bella tímbrica y un hermoso legato, frutos de la más depurada escuela de canto. Y cuando llegó el final, tras la brillantísima interpretación del aria de Alcina, de Händel; y, sobre todo, tras el encantador fandango de la zarzuela barroca de José de Nebra, Vendado es amor, no ciego -que Miguélez acompañó con castañuelas-, se desató un impresionante clamor y se produjo ese singular fenómeno de los aplausos rítmicos que se prolongaron largamente. Alberto quiere y no olvida al público de su ciudad y éste le corresponde generosamente. Dos palabras sobre la base instrumental, Ensemble Barroco. Es un grupo de jóvenes de diversas procedencias que se reforzó con algunas inclusiones gallegas (María José Pámpano, Jorge Montes, Saúl Nogareda, Alfonso Morán) hasta integrar un conjunto de once músicos. Realizaron una notable labor que además pareció afianzarse y crecer en perfección y calidad sonora a medida que se desarrollaba el programa. Sería deseable que se consolidasen como agrupación permanente. Y en esta sorprendente ciudad donde han surgido nada menos que dos contratenores (Alberto Miguélez y Christian Gil) tal vez un día tengamos la suerte de escucharlos cantar a dúo. ¡Ojalá!