No pudo comenzar mejor la temporada en la Filarmónica: el Cuarteto de Leipzig ha situado el nivel artístico a la altura de la excelencia. Compenetración plena; identificación perfecta; sonido iridiscente, colmado de matices cromáticos; regulación exquisita de la dinámica; punto justo de expresión? No es fácil alcanzar semejantes cumbres interpretativas. El cuarteto de Haydn, obra primeriza, muestra ya hasta dónde habría de llegar el genio del compositor utilizando los cuatro arcos; el segundo movimiento es de una belleza extraordinaria y la agrupación de Leipzig logró una elevación de sentimiento que solo sería superada por el excelso Andante del cuarteto de Mozart, interpretado de manera asombrosa, con un tenue hilo sonoro por el Cuarteto de Leipzig; en este tiempo, el segundo violín, asordinado, crea un efecto de eco, tan hermoso como poco habitual en el compositor. La dificultad de este movimiento halla parangón, aunque es de carácter por completo diferente, en el cuarto, que es una maravillosa fuga. No es extraño que esta obra se toque muy poco debido a su gran dificultad técnica y expresiva. Interesante el Idilio de Sigfrido, de Wagner, transcrito para las cuatro cuerdas por Glynn Davies; bellas texturas en pianísimo y notable intensidad expresiva. El Cuarteto de Schumann, con su final explosivo, reiteró las ovaciones y las exclamaciones de entusiasmo. Un bis singular: un coral de Bach ( Der Tag ist hin, BWV 447), incluido en el Libro de canciones ( Songbook, 1736), de Georg Christian Schemellie renovó las intensas manifestaciones de aprobación.