¿A Grela barrio o A Grela polígono empresarial? ¿Puede una gran área de casi un millón y medio de metros cuadrados con naves industriales y comerciales como es la de A Grela tener la consideración de un barrio más de la ciudad? Para los empresarios asociados del polígono -el más antiguo de Galicia, inaugurado hace 55 años-, sí, sin ninguna duda, pese a tener carencias permanentes difíciles de subsanar, como el espacio para aparcar y las conexiones del transporte público; es una impresión que comparten las administraciones, implicadas, con mayor o menor énfasis, en la integración del suelo empresarial en la trama urbana. Trabajadores, comerciantes y vecinos próximos al polígono difieren o matizan: A Grela podría concebirse como un barrio, pero no como lo son Os Mallos, Monte Alto u Os Castros, con servicios y recursos y, sobre todo, residentes que los tienen más a mano.

"A Grela es un barrio de día, no de noche. Los trabajadores se pasan el día entero en el polígono pero no residen aquí. Ha crecido mucho, aunque tiene que prosperar más cubriendo sus necesidades de comunicación y movilidad, que si funcionasen mejor nos beneficiarían a los demás barrios", resume José Salgado, portavoz del Distrito Comercial Os Mallos, en el barrio vecino.

El parque de Vioño es la barrera física que separa la red urbana de A Coruña dividida en barrios residenciales de las naves comerciales e instalaciones industriales de A Grela; la concepción del polígono como una gran superficie solo dedicada al comercio y la fabricación es la barrera psicológica, que con el paso del tiempo se va diluyendo, según advierten los propios empresarios del lugar.

El salto de lo industrial a lo comercial experimentado por A Grela se percibe especialmente en los primeros años del milenio. "En el plan estratégico del polígono de 2002 bullía algo nuevo, pese a las limitaciones urbanísticas de uso", recuerda la gerente de la asociación de empresarios, Teresa Firvida. Desde entonces, apunta, las naves renuevan sus fachadas, abren escaparates para atraer a compradores directos y hay mejores accesos por la tercera ronda. Se mantienen las grandes fábricas (Hijos de Rivera, Alcoa, SGL, Repsol), se construyen amplias superficies comerciales con distinto éxito (Comcor, Dolce Vita, Marineda City) y se diversifican negocios y servicios: hoteles, instalaciones deportivas, concesionarios, hostelería, un vivero de empresas. Ahora, la vieja mole abandonada de Dolce Vita será derribada para levantar un nuevo espacio comercial, Breogán Park, con menos superficie construida.

Pero al crecimiento del polígono y a su progresivo cambio de perfil no le han acompañado en la misma medida las comodidades necesarias para atraer a clientes y consolidarlos. La superficie de aparcamiento para usuarios es insuficiente y la escasez de líneas del bus urbano no anima a desplazarse a la zona, aspectos que no ayudan a dar a A Grela una imagen de barrio integrado en la ciudad.

La creación de aceras y de pequeñas áreas verdes o cualquier habilitación de mayor superficie para estacionar en los últimos años ha sido rápidamente seguida por la ocupación de esos nuevos espacios por parte de vehículos. Y la alternativa al transporte privado deja mucho que desear.

Solo una línea, la 11, accede al interior de un polígono al que cada día acuden 20.000 trabajadores, una maniobra del transporte público que, según los empresarios, no fue fácil de adaptar. Al dejar la avenida de Arteixo en sentido salida de la ciudad el bus pasa por las calles José María Rivera Corral, Severo Ochoa, Newton y Galileo Galilei hasta acabar su recorrido en el centro comercial Marineda; en sentido entrada no vuelve a circular por A Grela sino que avanza por la avenida Sardiñeira. Otras cinco líneas bordean el polígono sin entrar en sus calles: la 6 y 6A por la avenida de Finisterre y la 12A, 14 y 22 por la ronda de Outeiro.

A pesar de la innegable proximidad del polígono con distintos núcleos urbanos residenciales (Sagrada Familia, Os Mallos, O Ventorrillo, Agra do Orzán), A Grela no cala la suficiente entre sus trabajadores y en los vecinos cercanos como para ser considerado un barrio como tal. Habrá diversidad de opiniones, pero a tenor de las consultas hechas por este periódico se impone esa frontera psicológica que separa el pulso tradicional de barrio de la actividad plenamente laboral.

"Yo lo veo como un polígono industrial con mucho movimiento, mucho coche, y mucha nave. Se construyó para eso, aunque también ha evolucionado", sintetiza Carmen Espiñeira, vecina de la avenida de Finisterre. Polígono adentro, priman impresiones parecidas. "No considero A Grela como un barrio, aquí no hay lo que necesitas para el día a día ni las típicas tiendas de barrio, como una floristería, la carnicería, la frutería, la farmacia, un súper. Hay ofertas de ocio pero con un enfoque distinto al de un barrio", cree Leticia Vázquez, trabajadora de la zona. "Esto es un espacio para trabajar con lo mínimo para tomar el café y comer. No cubre necesidades para vivir, sino para trabajar", comenta Sandra Romero, precisamente en la pausa para el café.