Helena Lozano fue alumna de Umberto Eco en Italia. Allí continúa dando clase y traduciendo los libros de un escritor que le ha dejado huella, tanto profesional como personalmente.

- ¿Cómo se inició en el mundo de la traducción?

-Estudié en la Universidad de Bologna una carrera de arte, música y espectáculo y en Italia para licenciarse es obligatorio hacer una tesis. La hice sobre Platón con la ayuda de Umberto Eco. Un verano coincidimos en un congreso de semiología. Él tenía que revisar un libro y me comentó que no sabía cómo habían hecho la traducción, así que me dijo que lo mirase. Eso no era lo mío pero hice un informe y lo mandaron a Esther Tusquets, quien tradujo las obras de Eco cuando en España no lo conocía nada. Publicó El nombre de la rosa. Esther estuvo de acuerdo con mi informe y ahí empezamos a colaborar con la editorial. En un determinado momento empecé a traducir también sus obras.

- ¿Le costaron esos comienzos en la profesión?

-No. Mientras estudiaba en la universidad, trabajaba dando clases. Ya había hecho traducciones de tipo técnico así que fue natural pasar a traducir ensayos. La primera novela que hice importante fue La isla del día de antes, que requería una buena competencia filológica y ciertas capacidades de escritura.

- ¿Cuál ha sido la traducción más complicada que ha hecho?

-Todas tienen sus dificultades porque hay páginas que se te resisten. Por ejemplo, en La misteriosa llama de la Reina Loana hay una enciclopedia infantil llena de setas. Me pasé una semana en la Biblioteca Nacional consultando setas. Digamos que la belleza de traducir a Eco es que tenía una enciclopedia tan vasta que cada novela era aprender muchísimas cosas. Era descubrir mundos que hay que descubrir desde dentro y no tenías pensado que pudieran verse de esa manera.

- ¿Con cuál aprendió más?

-Con todos. Yo soy muy curiosa por naturaleza. Creo que además para traducir bien la curiosidad es fundamental. Hay que tener entusiasmo en descubrir y confirmar cosas.

- Es mundialmente conocida la faceta de Eco como escritor, pero ¿cómo era como profesor?

-Sus aulas siempre estaban abarrotadas de gente. Entraba divertido, con chistes, pero muy sólido. Creo que es importante porque ahora nuestros universitarios olvidan que a veces para aprender hay que aburrirse. El conocimiento exige esfuerzo. Le gustaba que le llamásemos professore y nos trataba de igual a igual.

- ¿Ayuda conocer al autor para traducir sus textos?

-En realidad no. Porque el traductor está solo ante las decisiones. Es verdad que el autor te puede ayudar porque puedes entrar mejor en lo que es su mundo. Muchas veces haciéndole preguntas indirectas o conversando con el autor te das cuenta de que a lo mejor tú estás haciendo una interpretación que no es la correcta. Umberto siempre me tomaba el pelo porque al traducir La isla del día de antes tenía para elegir todo el barroco español y me decía que donde él había encontrado una metáfora, yo le proponía tres. Al final decide el traductor pero es una guía.

- ¿Qué necesita un profesional para traducir un texto o una novela?

-Por formación, soy bilingüe porque aún siendo española hice las escuelas italianas en Madrid, lo que me da una visión particular sobre lo que es vivir entre dos mundos. Eso es lo que necesita un traductor para ser un buen traductor. Luego también está la capacidad lingüística.

- ¿Se dedica exclusivamente a la traducción?

-Doy clase en una Facultad de Traducción y cuando puedo traduzco. La enseñanza es muy exigente y no puedo hacer más de una traducción al año. He traducido ya veinte libros de Umberto Eco.

- ¿Cuál es su opinión sobre aquellos que critican las traducciones de ciertos libros?

-Cada traducción es una interpretación, lo que el traductor cree que el lector necesita para comprender el texto. Muchas veces nos focalizamos en si ha puesto una palabra o ha puesto otra y perdemos el cuadro general, que es la intención que tiene el traductor de transmitir un sentido que va más allá de lo que dice cada palabra. Es evidente que algunas veces hay que elegir y tomar decisiones. Como digo siempre a mis alumnos, por la ley de Murphy no adivinamos. Tenemos el 50% de elección equivocada. Lo que pasa es que a los traductores se nos critica muchísimo, excesivamente, por insatisfacciones que deja el texto. Mientras que a lo mejor es el texto que es insatisfactorio. Si el traductor tiene respeto hacia el texto, su operación va a ser siempre positiva.

- Con la llegada de internet y las nuevas tecnologías, ¿la lectura se estanca?

-No. Eso depende de cada uno. Yo divido la gente entre los que leen y los que no leen. El que no lee ahora, seguramente no leía antes. Ahora hay diferentes capacidades cognitivas con respecto a un medio como es internet, más visual e inmediato y con menos razonamiento. Yo tengo la duda de que si ahora se apaga todo, ¿los jóvenes tendrán un buen conocimiento analógico? ¿Podrán seguir haciendo el trabajo sin estar pendiente de un ordenador? Quizá deberíamos trabajar sobre lo analógico para después tener la capacidad de trabajar mejor con todo lo que es digital, que también es fundamental. No podemos pensar que nuestra vida no ha mejorado con los ordenadores.