Retrataba mujeres con flores, paisajes difusos, trenes y romerías, pero el tema, en realidad, era lo de menos. "Para él era una excusa. Lo que le interesaba era la degradación de la pintura, que le sirviera para desarrollar un discurso pictórico", explica el galerista David Ferreras sobre el coruñés Antonio Lago Rivera, cuyas obras se muestran estos días en la galería La Marina José Lorenzo. Hasta el 30 de noviembre, el local reúne en Evolución una antología de más de una veintena de piezas del artista, en la que se comparten sus obras desde 1945 a 1988, cerca de su fallecimiento en 1990. Los cambios experimentados durante este tiempo en su paleta, y el modo que tenía de entender la pintura, pueden apreciarse en el recinto junto a las creaciones de Xosé Cid, que completa el espacio con sus últimas esculturas.

La exposición reúne piezas de distintas décadas de la trayectoria del coruñés, entre las que se encuentran algunas piezas inéditas. Por primera vez en el local de la avenida de la Marina, se exhiben algunos de los lienzos menos conocidos del autor, pertenecientes a las décadas de los 40 y los 50, que evidencian los cambios cromáticos de su producción artística. "En las obras de los años 40 la temática es social o costumbrista, y los colores muy artificiosos. Es en los 50 y los 60 cuando empieza a jugar con el degradado", explica el director de la galería, señalando como ejemplo piezas como Manzanas o La paloma.

Lo más característico de Lago Rivera, sin embargo, eran sus paisajes. La muestra recoge cinco de ellos, realizados en su etapa de los años 70 y 80, en las que el coruñés "resume la tradición" de los horizontes "castellanos" a través de su particular forma de comprender el arte. "Los pasa por su filtro, y consigue la profundidad a base de la pintura, no de la línea", indica Ferreras, que define al autor como "un referente para la ciudad". De la mano de sus creaciones, el pintor acompasó A Coruña "con las vanguardias europeas", y ejerció como "eslabón" artístico de la generación exiliada por la guerra. Xosé Cid, que exhibe junto al coruñés sus creaciones en la galería, se erige también para el director como otra pieza decisiva en el panorama cultural de la urbe, para la que ha realizado obras como el Breogán. "Lleva 50 años trabajando como escultor figurativo. Lo que tenemos aquí es su última época, y dos piezas de los años 90", explica Ferreras sobre las obras del ourensano, construidas en bronce, mármol blanco y maderas del país.

Sus esculturas, y los lienzos de Lago Rivera inauguran la temporada de otoño del local de la Marina, que prepara una exposición colectiva de cara a las fiestas navideñas. Para ella se servirán de su fondo de galería, integrado por cerca de 200 piezas de la vanguardia histórica gallega y española de los años 20 y 30.