Para Jesús Pereda, los autores de los grafitis vandálicos son personas mayores de edad, por lo que hay desechar la imagen de que se trata de adolescentes, y que forman parte de una "subcultura", ya que disponen de su propio lenguaje, en el que "bombardear" significa realizar una pintada el mayor número de veces en una noche.

Al día siguiente, los amigos del autor recorren la zona por la que ha actuado y le confirman que ha "quemado" esa parte de la ciudad. Este es uno de los aspectos que explican su conducta, ya que les gusta que se hable de ellos para bien o para mal, según detalla este experto. La actividad de estos grafiteros llega a ser tan compleja que se comunican entre ellos para ver quién pinta más trenes o el más grande, al tiempo que hacen apuestas monetarias en el internet oculto sobre estas actuaciones.

Algunas de sus intervenciones, a las que califican de "patrullas" o "misiones", se realizan con tareas concretas para cada uno, ya que hay "fotógrafos", "protectores" para impedir que agentes de seguridad, pasajeros o el conductor se acerquen a los "escritores", los encargados de llevar a cabo las pintadas en los vagones.