El amor de la Film Symphony Orchestra (FSO) por John Williams es una historia conocida. "Siempre ha sido un compositor por el que he tenido una especial predilección", dice Constantino Martínez-Orts, director de la orquesta de música cinematográfica, que dedica su última gira a las bandas sonoras del autor. Aprovechando el 50 aniversario de la primera nominación al Oscar del estadounidense, la formación le rinde un homenaje con un espectáculo total. Iconos de la gran pantalla como Indiana Jones y Star Wars, y otros menos conocidos como La ladrona de libros se darán cita esta tarde en el Palacio de la Ópera, donde sonarán a partir de las 20.00 horas.

-John Williams fue el protagonista de su primera gira con la FSO, hace ahora 7 años. ¿Qué ha cambiado en este tiempo?

-La orquesta se ha consolidado como una referencia en cuanto a bandas sonoras, tanto por su calidad como por cómo ha ido evolucionando nuestro concepto de espectáculo. Estamos muy contentos de poder disfrutar de tanto público que nos llena los auditorios allá donde vamos.

-Este año debutan en Portugal. ¿Se está extendiendo la fiebre por la música cinematográfica?

-No sé si por la música cinematográfica o por la Film Symphony Orchestra. Nos reclaman mucho en muchas partes, y este año hemos decidido dar actuar por primera vez en nuestro país vecino. Va a ser el primer paso para embarcarnos en una aventura internacional de mayor envergadura.

-Siempre de la mano de Williams. Con E.T. comenzó su pasión por las bandas sonoras. ¿Cómo pudo marcarle tanto para acabar decidiendo su futuro?

-Recuerdo aquella experiencia con mis padres, siendo bien pequeño. Creo que nació una inquietud por la música sinfónica. A partir de ahí empecé a estudiar en el Conservatorio y a escuchar mucha música de cine. Eso despertó una llama que con el tiempo hizo que me especializara. Ha sido cuestión de mantener esa pasión por las bandas sonoras que siempre me ha fascinado.

-¿Cuál le hubiera gustado componer?

-Habiendo escuchado todas las de Williams, diría que ninguna porque no lo hubiera hecho mejor [risas]. Pero igual la película Origen, que me encanta. Habría sido un reto plantearla en términos musicales.

-Dice que su formación partió del terreno clásico. ¿La libertad de la FSO fue un soplo de aire fresco en comparación?

-Yo creo que sí. Hemos partido con la intención de darle una vuelta al género sinfónico y sacar a la orquesta de esos rigores absurdos como el uso del frac en pleno siglo XXI. Nosotros hemos ido mucho más allá. Estrenamos este año de la mano de Jaime Guillén un vestuario nuevo y muy futurista. Creo que conseguimos romper esa cuarta pared y acercar la música sinfónica al gran público.

-¿Se trabaja de un modo distinto una partitura convencional a la de una banda sonora?

-Yo te diría que no, lo que pasa es que en el fondo de la respuesta hay un sí, porque la música de cine es un estilo de por sí. Yo me he especializado en esta música para conseguir sacarle a estas partituras ese sonido que todos reconocemos. Estoy cansado de ir a ver conciertos de música de cine en los que digo: "Este director no ha visto E.T., no es el tempo, no sabe de qué va". Hay un estilo y hay que conocerlo.

-Le imagino haciendo que todos los músicos vean los filmes antes abordar los ensayos?

-¡No te quepa duda! [risas]. La excelencia técnica y artística es fundamental, pero o eres un apasionado del cine o esta no es tu orquesta. Aquí tienes que sudar cada nota como si estuvieras tocando una sinfonía de Shostakóvich. Se trata de dignificar las bandas sonoras. Que no se consideren la hermana menor de la música clásica.

-¿Hay músicos descontentos o hartazgo con la rigidez de la música clásica?

-Yo creo que hartazgo no, pero sí creo que poco a poco los artistas se están dando cuenta de que un violín no sirve únicamente para tocar Brahms, que parece que es lo único que existe o ha existido para muchos en los centros académicos. Los músicos empiezan a darse cuenta de que no solo existe la música clásica, sino que hay otras que se pueden interpretar.