Las mejores historias se esconden detrás de rostros anónimos. De caras como las de José María Teijeiro, conocido por todos en O Freixo como Pedrón, que lidió durante años con las aristas más duras de la vida del rural. Sus métodos de subsistencia, su paso por la emigración, y su modo de comprender el mundo llegan esta tarde al teatro Colón (20.00 horas), donde se proyectará el documental Pedrón do Freixo. Unha historia da terra das Pontes. El filme supone el estreno en la dirección del profesor de la Escuela de Imagen y Sonido Ángel Cordero, que lleva su pieza a la ciudad apenas una semana después del fallecimiento de su protagonista.

- Se sumerge en la Galicia rural casi en primera persona, ¿no había mejor debut como director?

-Para mí no [se ríe]. Conocí a una persona a la que me unió una fuerte amistad al final de su vida. Afortunadamente el trabajo que desarrollamos llegó para que lo viera y para que lo celebrara todo su pueblo con él. Hay muchos Pedrones, muchas personas relevantes, pero exactamente como él no hay nadie. Este ha sido un homenaje que le he dedicado, y es la primera pieza que dirijo.

-Ha tardado en aventurarse, llevaba mucho tiempo en el mundo audiovisual?

-Sí. He colaborado en muchos rodajes, pero trabajo mío personal es el primero. Tuve la suerte inmensa de conseguir un equipo de 16 personas, muchas de ellas vinculadas a la Escuela de Imagen y Sonido donde soy profesor. Nos juntamos para hacer algo distinto, y encontramos en la figura de Pedrón nuestra materia prima. De todo lo que yo he visto delante de una cámara, no he visto a nadie como él.

-¿Qué es lo que le llamó tanto de su historia?

-Muchas cosas. Lo que más me llama la atención es que ha sido una persona que siempre ha sabido estar en todos los sitios. Siempre tenía algo que aportar. Dentro del rural profundo, creo que tenemos una impresión equivocada del carácter de la gente. Su sabiduría muchas veces nos puede sorprender, porque está por encima de la que presumimos los más urbanitas. Otra cosa que me encanta es el dominio que tenía de todo su entorno. Ha vivido de caza, de pesca, de curar males a la gente? Todo lo transformaba en materia para su subsistencia y, como decía él, para sacar cartos para a festa.

-A través de Pedrón también hace un viaje al pasado. ¿El retrato de la Galicia que refleja es muy diferente al que podemos encontrar hoy?

-Nuestro documental acaba con unas imágenes bastante tristes pero reales, de Pedrón paseándose por toda la parroquia de O Freixo. Y se ve el futuro, el porvenir que le espera, que es la despoblación sin remedio. Esto no lo va a repoblar nadie, porque la gente se va. Y fíjate, Pedrón ya no está tampoco allí. Cada día que pasa, hay una o dos personas menos. Empezamos el documental siendo 75 habitantes, ahora quedarán poco más de 50. Y han pasado 3 años. Y estamos hablando de una parroquia que en el siglo XIX fue un concello independiente.

-Es un mal endémico de aquí.

-Sí, estamos hablando de una tierra de la que hay muchas... En O Freixo, por ejemplo, apenas hay niños. No sale ninguno en el documental en la parroquia.

-Estuvieron grabando allí a lo largo de varios años. ¿Hubo dificultades en el rodaje?

-Ir allí no es fácil. Tampoco éramos una empresa o una productora, así que disponíamos del tiempo que teníamos. Para sacar escenas de la miel, de las setas? Hay que estar en la temporada, trabajar estacionalmente. Pero, sobre todo, la dificultad fue la climatología, y juntarnos con Pedrón, al que había que llamar al teléfono del vecino, porque él nunca tuvo. Pero nunca nos pesó estar tanto tiempo.

-¿Qué significa haber puesto a salvo su memoria?

-Significa un orgullo que no te puedes imaginar. Cuando Pedrón vio el documental, se agarró a mi coproductor, y le dijo: "Ya puedo morir tranquilo", porque esto va a quedar siempre. Eso no se paga.

-Importa también ahora que su historia haga camino.

-Mi idea es que la vea la mayor cantidad de gente posible. Sobre todo en los institutos, porque los chavales más jóvenes no saben quién es Pedrón y qué representa. Me gustaría que se guarde la memoria de lo duro que ha sido vivir en la Galicia rural.