Cuando en 1998 Manolo García y Quimi Portet abandonaban El Último de la Fila, dejaban tras de sí a más de un seguidor defraudado por el fin de un rock que les había acompañado durante casi dos décadas. "Se fueron en el mejor momento, y nos crearon un vacío musical muy grande. Pero hicieron una obra maestra de siete discos, y con eso te consuelas", apunta Luis Sánchez sobre el grupo de los 80, que volverá a sonar esta noche en directo de la mano del cantante.

Nueve años sin ellos es lo que pudo aguantar el músico sin escuchar de nuevo en escena las composiciones de los catalanes, a los que decidió homenajear en 2007 con El Último Tributo. La banda, con Sánchez al frente en la piel de Manolo García, recorre desde entonces la geografía nacional interpretando los mejores éxitos rumberos de la formación, con los que desembarcan ahora en el Playa Club decididos a "conquistar tierras gallegas". "Cuidamos el detalle y tratamos de llevar el sonido de los discos al directo. Nos gusta que la gente cierre los ojos y sienta que está en un concierto de El Último de la Fila", explica el artista, que subirá a escena desde las 23.00 horas los temas más conocidos del grupo.

Acompañado de siete músicos -entre ellos su compañero Javier González, a la guitarra como Quimi Portet- el vocalista devolverá a la vida emblemas imprescindibles del repertorio de los catalanes, como Insurrección, Trece planetas y Como un burro amarrado a la puerta del baile. Composiciones de la carrera en solitario de Manolo García, y alguna que otra canción del grupo previo de la banda, Los Burros, completarán el set list del espectáculo en el Playa, al que el grupo añadirá también su toque personal. "Tenemos un disco de temas propios, e incluimos algunas canciones para que la gente pueda escuchar nuestro trabajo. Es nuestro modo de aportar nuestro granito de arena", indica Sánchez, que desarrolló su álbum La más pura necesidad en paralelo a su tributo a El Último de la Fila.

El músico cifra en más de una década el tiempo que lleva compartiendo su homenaje a la banda, a la que decidieron versionar a raíz del auge de tributos que veían a nivel internacional. Locales pequeños, y conciertos que finalizaban sin más retribución que la "diversión" del directo, fueron los primeros peldaños que el grupo tuvo que sortear hasta su consolidación actual, en la que suman ya un recorrido de más de 600 actuaciones. "No ha sido fácil, porque hemos tenido que picar mucha piedra. Pero fuimos creciendo por la gente, que es el motor de cualquier artista", afirma el cantante, que ve en los cambios de la industria musical el motivo de la proliferación de los grupos de versiones.

El nuevo modelo de negocio que ha supuesto Internet, y el menor apoyo de las discográficas a los artistas con propuestas personales son para Sánchez las causas de la cantidad actual de tributos, que se enfrentan cada día a la etiqueta de "imitadores" que muchos les imponen desde el propio mundo del espectáculo. "Muchas de las críticas que recibimos son de otros músicos, pero es absurdo. No criticas a alguien que canta ópera, por ejemplo, aunque esté interpretando algo de Bach", reflexiona el vocalista, orgulloso de que, a pesar de las censuras, su público "salga contento".

Como El Último Tributo, el artista atenúa la nostalgia que existe por el rock de García y Portet, un legado que mantiene vivo. La banda promete conservar durante mucho más tiempo encendida su mecha, mientras se prepara para abordar el que será su segundo disco propio.