"Me gustaría decir una cosa, porque nos estamos centrando bastante en el aspecto negativo y también hay parte positiva. A las chicas: sí se puede, podéis hacer lo que queráis, podéis estudiar lo que os dé la gana, que nadie os diga nunca que no sois capaces. Y a los chicos: no penséis que esto no va con vosotros. Sí que va porque si no hay talento, perdemos todos", dijo ayer la psicobióloga Vanesa Valdeiglesias ante los alumnos y alumnas de cuarto de Secundaria, y primero y segundo de Bachillerato de Ciencias del instituto Agra do Orzán. Estaban en el salón de actos, sentados, abriendo una ventana al mundo de las mujeres científicas, metiendo la nariz en la experiencia de profesionales que, sin pretenderlo, son ya referentes.

Para conmemorar el día internacional de la mujer y la niña en la ciencia -que se celebró ayer-, el club de ciencias del instituto ha organizado varias actividades durante esta semana para los alumnos de todos los cursos relacionados con el papel de las mujeres en el ámbito científico. En la mesa del salón de actos se sentaron ayer cinco profesionales para compartir sus experiencias, su vida como investigadoras y como trabajadoras, como niñas que, un día, tuvieron el sueño de dedicarse a aquello que más les gustaba.

Para Susana Ladra, que es ingeniera informática y matemática, la ciencia ha tenido siempre que ver con "resolver problemas", con enfrentarse a retos y con "mejorar la vida de la gente", con darle a los números y a las fórmulas una dimensión diferente, que facilite el día a día de las personas, sean cuales sean sus necesidades. Lucha contra los estereotipos, no solo contra los que persiguen a las mujeres sino también a los informáticos e ingenieros, como ella. "No estamos todo el día en garajes programando", desmentía ayer, con una sonrisa, ya que, para ella, las ciencias son "vocación y pasión", la manera de hacer el mundo un poco mejor.

Patricia Barciel, que es bióloga y directora técnica de la Domus, de niña soñaba con ser astronauta. "Pensaba, ¿y por qué no?", en esas estaba cuando, gracias a una profesora, descubrió el ADN, entonces, supo que la Biología le apasionaba incluso más que el espacio y decidió estudiar la carrera. Un domingo, leyendo la prensa, se le cruzó en el camino la oportunidad de trabajar en los Museos Científicos Coruñeses y, entonces, ya desde la Domus, asegura que descubrió una pasión escondida: "Divulgar ciencia. Era como si recuperase mi niñez", resume. Su historia está ligada a la de la ciudad y a la de todos los colegios que visitaron las instalaciones de los museos, para conocer un poquito mejor cómo funciona el cuerpo humano y por qué somos como somos.

A Elisa Beceiro lo que más le gustaba en el mundo, cuando tenía trece años, era pintar y la química. Para entonces, no sabía que sus dos pasiones estaban relacionadas y que la creatividad que enfocaba en sus cuadros podía servirle también para sus investigaciones futuras. Eso le llevó a hacerse un hueco en la Universidad, que un catedrático apostase por ella y que su carrera la llevase por casi todo el mundo. Nunca, sin embargo, pudo librarse de la pregunta de si no pensaba tener hijos. "Si no escuché esta pregunta cien mil veces, no la escuché ninguna", decía ayer, en contestación a una de las alumnas del centro. Ella, que piensa que "todo en la vida es química, incluso los sentimientos", tuvo que abrir caminos con sus compañeras para que la senda fuese más accesible para las que viniesen detrás.

Cristina Villar es física y ayer volvió al que fue su instituto, en el que, gracias a una profesora descubrió que le fascinaba la física. Entonces, estudió la carrera, se interesó por las partículas y la radiación, pero la vida la llevó por otro camino, hizo un máster y empezó a trabajar en la empresa privada. Cuenta que, una vez, el padre del hombre que la había contratado, le dijo que él nunca la hubiese dejado entrar en la empresa, a pesar de que estaba muy contento con su labor, ¿la razón? "Los hombres se despistan mucho con las mujeres". Ella echa de menos poder contar con más trabajadoras en la plantilla, con más soldadoras y electricistas, con más compañeras en un mundo que considera "apasionante" y en el que "siempre se aprende algo".

Ellas, que saben que hay mucho camino por hacer, animaron ayer a las jóvenes a no rendirse, a luchar contra la autoexigencia y a permitirse fallar y a intentarlo y también a poner su granito de arena para que la sociedad sea más igualitaria. "Por muy comprometida que esté tu pareja con la conciliación, si la sociedad no concilia, no se puede", lamentaba ayer Valdeiglesias, que como Susana Ladra, es miembro de Amit-Gal, la asociación de mujeres gallegas en la ciencia. En las manos del alumnado quedó ayer la pelota de pelear por un mundo mejor.