Los fondos europeos Eidus financiaron las Jornadas Internacionales de Estrategias Urbanas celebradas ayer en Arteixo y organizadas por la Escuela de Arquitectura de Cesuga-USJ, en las que el profesor José María Ezquiaga, decano del Colegio de Arquitectos de Madrid y urbanista, fue uno de los participantes. El lema de la sesión fue Puerto y ciudad, aspecto sobre el que Ezquiaga piensa que no deben sacrificarse los terrenos portuarios en aras de la rentabilidad económica, así como que los muelles más céntricos deben tener un tratamiento urbanístico esmerado.

- ¿Hasta qué punto pueden servir fondos como los Eidus para transformar las ciudades?

-Esta estrategia ha revelado a muchos ayuntamientos que la Unión Europea respalda con financiación iniciativas con una lógica consistente, proyectos que no guarden relación con acciones coyunturales, sino que tengan en cuenta una visión a largo plazo, más allá de la coyuntura política. Para nosotros es una lección de primera, porque en el urbanismo y la política local estamos en un inmediatismo que va resolviendo problemas pero que deja en el patio trasero cuestiones en las que las ciudades se van a jugar su futuro a medio plazo. Y los Eidus obligan a organizar estrategias a medio y largo plazo que no son acciones obligatorias en el sentido jurídico, sino argumentos racionales para organizar la acción que elaboran todas las empresas.

- Pero con la situación política tan fragmentada como está ahora, es difícil pensar a largo plazo porque no se sabe lo que va a pasar en las instituciones.

-Precisamente por eso la estrategia debe hacerse con escenarios distintos y una flexibilidad adaptativa, lo que ahora llamamos resiliencia, la capacidad para adaptarse a desastres, riesgos o cambios imprevistos. Eso hoy por hoy es la cualidad número uno y por eso el urbanismo que se haga en esta época no puede ser dogmático, ya que no podemos saber nada de los escenarios futuros, empezando por la tecnología. Y sobre todo transparente, porque lo más importante es que los ciudadanos sepan en cada momento cómo va a reaccionar la Administración.

- ¿Se están adaptando bien los gobiernos municipales al reto europeo de planificar a largo plazo?

-Cuesta porque en muchos casos porque la secuencia electoral de cada cuatro años obliga a pensar en los proyectos realizables, ya que son los que va a visibilizar el ciudadano. Pero empieza a valorarse por la ciudadanía no solo la acción concreta del político, sino que logre generar confianza, aunque no cabe duda de que es muy difícil. La ciudadanía quiere certezas a largo plazo porque los que sufren incertezas son los jóvenes sin empleo o las familias que quieren adquirir vivienda.

- Cuando se transforman terrenos portuarios muchas veces surgen conflictos. ¿Cómo deben abordarse esos procesos?

-Ciudades europeas han hecho apuestas muy potentes para reconquistar el mar, sobre todo las que tenían puertos interiores muy grandes. Según su tamaño, las posibilidades varían, ya que puertos enormes como Rotterdam o Hamburgo cabe desde una nueva ópera hasta vivienda de todo tipo, pero en los de dimensiones como el de A Coruña, no hay posibilidad de un abanico tan grande de usos. Ya que el frente residencial está construido, lo primero es que el puerto no compita con la ciudad existente, por lo que hay que tener mucho cuidado con los usos y el volumen para que no tengan un impacto sustitutivo de la propia imagen de la zona. En Las Palmas se colocaron una serie de construcciones comerciales que han creado una nueva fachada y han dejado la histórica en eclipse. En A Coruña nada que se coloque en primera línea del puerto debe eclipsar la ciudad tradicional, que es uno de los elementos más valiosos de su memoria histórica.

- Pero en el urbanismo espectáculo actual todo el mundo quiere un Guggenheim en su ciudad.

-Para mí, en el caso de los muelles del centro de A Coruña el planteamiento residencial y de grandes superficies comerciales debe quedar eliminado, pero en el ámbito de lo público hay experiencias de gran tamaño como el Guggenheim y el palacio Euskalduna de Bilbao, que van unidos a la reordenación de un puerto más grande pero que no interfieren la fachada del ensanche de Bilbao ni la de su casco histórico. En el caso de A Coruña habría que analizar experiencias como la de Santander con el centro Botín, que generó un debate ciudadano, que es lo que debe haber previamente a cualquier cosa que se haga en el puerto. Este dilema se puede resolver con buena arquitectura que calibre bien la escala y las formas de estos elementos para conseguir que se integren y sumen. En este asunto sí que merecen la pena los concursos de arquitectura y los debates previos y, sobre todo, hacer simulaciones.

- En A Coruña ha habido un concurso de ideas sobre la fachada marítima pero hay quien defendió que debería haber sido de proyectos.

-En los primeros momentos es mejor de ideas para que sean más abiertos, aunque existe el riesgo de que la Administración no se sienta comprometida a llevar a cabo ninguna. Pero en el caso de A Coruña me temo que el concurso ha quedado en paréntesis. En un segundo momento, los concursos de ideas deben dar lugar a varios concursos de proyectos. Creo que es bueno deslindar las dos fases, la de las ideas de conjunto, en donde el urbanismo y la visión pública de la ciudad deben dominar, de la en que se desarrollan los proyectos concretos, donde la calidad de la arquitectura y la funcionalidad del edificio deben tomar las riendas. Pero estoy totalmente en contra de concursos de proyectos en los que parece que ese proyecto va a redimir y cambiar el urbanismo de una ciudad. Eso nunca pasa, porque incluso el Guggenheim fue más que un edificio, fue una estrategia cultural y el icono de un cambio que se estaba produciendo a una escala muy larga. No diré que fue la guinda del pastel, sino la cuña que ayudó a empujar a que se produjera la transformación.

- Dice que no es aconsejable hacer viviendas en la zona portuaria más céntrica. ¿Y en la periférica, como San Diego?

-En los casos en que hay huecos urbanos que tienen relación con tejidos ya edificados podría caber la implantación de viviendas. Pero en terrenos públicos, la receta debería ser de forma rutinaria que no pierdan su condición pública y realizar mediante concesión actuaciones de vivienda de alquiler para jóvenes. Tendrían que tener un precio tasado y la subasta del suelo no debería ser sobre quién oferta más por él, sino quién oferta el alquiler más barato para los jóvenes. Lo más importante que podemos aprender de la crisis es que el urbanismo debe hacerse pausadamente, sobre la base de presupuesto propio y la ayuda de la UE, y sobre todo no fiando todo a un posible pelotazo, ya que buscar una rentabilidad de los usos que permita financiar las obras a corto plazo no es un camino que asegure la rentabilidad.

- ¿Con qué mecanismo hay que pilotar el proceso, un consorcio, una sociedad...?

-En Bilbao fue un consorcio, que tiene de bueno que están representados todos los organismos y empresas públicas. En un primer momento es mejor un consorcio para no introducir criterios empresariales de rentabilidad económica antes de tener claro a dónde se quiere ir. Cuando las cosas estén claras se puede poner a trabajar un brazo gestor.

- ¿Cómo se pueden compaginar los intereses del Puerto y el Ayuntamiento a la hora de liberar esos terrenos?

-Los puertos están gestionados por una entidad administrativa que tiene por objetivo potenciarlos como una actividad económica, pero hay que cambiar el marco porque los puertos también cambian. Y quienes tienen la responsabilidad de hacerlo son los políticos y en tanto eso no se dé, los administradores de los puertos tienen la obligación de realizar la misión prevista para esos terrenos. Desde los años ochenta ha habido un intento de las administraciones de utilizar los bienes públicos como forma de financiación extrapresupuestaria, lo que fue considerado fantástico porque permitía reducir impuestos. Pero en el ámbito urbano esto no funciona porque muchas de las instalaciones militares, portuarias o aeroportuarias están en una localización irrepetible y el criterio de explotación económica no funciona. Los ciudadanos tienen derecho a saber que el precio a pagar por perder un puerto es muy alto. En ciudades históricas como A Coruña el puerto debe tener un enfoque principalmente ciudadano. Y eso debe hacerse por ley y estatal. En los ámbitos urbanos debe tener prioridad la calidad de vida de los ciudadanos, porque no se me ocurre ningún otro motivo por el cual la política pueda existir que no sea mejorar la calidad de vida de la gente. Equilibrar las cuentas de Defensa, Adif o los puertos no justifica un sacrificio para los habitantes de una ciudad.