Sobre las cinco de la mañana, la mujer de Manuel Vargas le avisó de que le olía mucho a quemado. En la habitación, del número 67 de la calle Ángel Rebollo, estaban los dos y sus hijos, una niña de siete años, que estará de cumpleaños mañana, y un niño que había celebrado su aniversario por la tarde. Entonces, Vargas salió al pasillo y enseguida supo que la cosa no iba bien. "No se veía nada por el humo, las luces estaban cortadas y las persianas, como son eléctricas, no abrían", explicaba ayer por la mañana Vargas.

Le pidió a su mujer que llamase a los Bomberos y que despertase a los pequeños, cerró la puerta del cuarto para que no entrase humo mientras él intentaba llegar a una habitación más pequeña que da acceso a un patio de luces. A la cocina, donde estaba el foco del humo, sabía que no podría llegar.

"Después, le dije que se metiesen en el baño, les puse toallas mojadas en la cara para que pudiesen pasar hasta la habitación pequeña, porque el pasillo estaba lleno de humo y mi miedo era que no consiguiesen llegar", comentaba ayer, en el portal, todavía " en shock" por lo sucedido.

Entonces, él se fue de nuevo a la habitación pequeña, que tenía la persiana solo abierta hasta la mitad, la subió de todo "haciendo mucha fuerza" y pidió ayuda.

Le escucharon los vecinos del cuarto y del segundo. Fue entonces a buscar a los niños y a su pareja. Salió por la ventana, se puso de pie en el tendedero -que se cierra con una rejilla por debajo- y fue, desde el tercero, pasándole a los niños a sus vecinos.

Ya habíamos pensado que, en caso de que hubiese una emergencia, saldríamos así de casa", decía ayer Vargas. Según cuenta, en la última reunión de la comunidad, una de las vecinas puso encima de la mesa la posibilidad de cerrar los balconcitos que hay en el patio y que solo tienen cristal hasta la altura de la cintura. "Nosotros nos negamos, porque es un tema de seguridad", relataba ayer Vargas, con las manos todavía un poco tiznadas y sin dormir. Esas aperturas fueron las que le permitieron a sus vecinos llegar con más facilidad a los pequeños para ponerlos a salvo y también a sus padres.

Dice Vargas que sus hijos son aún muy pequeños, así que tampoco es que se asustasen mucho. "No eran conscientes del peligro", decía ayer Vargas. La Policía Científica estuvo ayer en la vivienda y precintó la puerta, aunque, los primeros indicios apuntan a que el detonante del suceso fue un cortocircuito en el calentador o en un sistema central. "La casa está destrozada, pero es lo de menos", resumía ayer Vargas, acompañado de familiares que le habían ayudado a recoger algunas cosas para pasar los próximos días fuera de su hogar.