"El amor es algo que no se tiene, que se entrega a alguien que no existe". Con esa cita de Jacques Lacan abre César Antonio Molina su último trabajo, Tan poderoso como el amor, en el que retrata todas las vertientes del romance a través de la gran pantalla. La obra, que reúne un centenar de películas, la presentará esta tarde el exministro de Cultura en el CGAI (20.00 h.), antes del visionado de La sirena del Mississippi. La proyección dará inicio al nuevo ciclo de la entidad, que ofrecerá las próximas semanas once de los títulos reseñados en el ensayo.

- Tiene que ser muy cinéfilo para haberse embarcado en esta aventura.

-Sí. Yo siempre fui un gran aficionado al cine. Me recorría todos los de A Coruña, porque era un modo de escapar de la tristeza de los últimos años del franquismo. Hoy sigo yendo al cine todas las semanas, por lo menos un par de veces.

-¿El cine es una buena ventana para observar el amor?

-El cine es el arte más importante del siglo XX y, curiosamente, ni la filosofía ni la literatura lo habían tenido muy en cuenta como referencia. Yo quería tomarlo como ejemplo de mi reflexión sobre lo que es el amor y la muerte, y lo que ha sido a través del cine.

-¿Y de verdad hay algo tan poderoso como el amor, como reza su título?

-Yo he partido del Cantar de los cantares, que es uno de los más grandes poemas que se han escrito y, en él, hay un verso que produjo muchos conflictos por la traducción que se hizo a veces. Dice: "El amor tan poderoso como la muerte". Pero, a veces, hubo la tentación de poner: "El amor más poderoso que la muerte". También en el cine se ha intentado poner el más antes que el tan, aunque sea difícil.

-En su libro usted también se inclina por el más, con frases como: "Nadie que ame morirá del todo". Eso es idealismo de romántico...

-[Risas] Sí. Es que el amor, las religiones, el arte, la cultura? Todos son creaciones del ser humano. El ser humano ha inventado una serie de cosas para darle sentido a la vida, y el mayor sentido es el amor, porque sin él no hay familia, ilusiones? Aunque hay muchas formas de amor.

-En su obra retrata el amor como deseo, como recuerdo, el juvenil, el maduro? ¿Cuál es el mejor para César Antonio Molina?

-Los amores imposibles. A mí me encantan los amores que desde el primer momento uno sabe que no se pueden llevar a cabo por las circunstancias sociales. Es el amor, por ejemplo, de Breve encuentro. Siendo David Lean el gran maestro del cine ético, ha hecho una de las más grandes películas románticas entre dos personas casadas en el Londres de los años 40. Esta especie de triple salto mortal del amor a mí me gusta mucho.

-También imposible es el amor en Camille , la película de la que parte. ¿Ha cambiado el modo de entender el amor de la etapa del cine mudo al panorama cinematográfico actual?

-En el fondo, estamos en lo mismo. Digamos que el amor romántico- que una política de ahora ha dicho que debía abolirse, como si la política pudiera decidir sobre los sentimientos de las personas- ha existido siempre. Se mantiene a lo largo de la historia del cine.

-Precisamente el paso del tiempo es otra de las cuestiones en las que profundiza en este trabajo. En su último libro, Calmas de enero , la temporalidad también tenía un papel clave.

-Es fundamental. En realidad, la identidad de la muerte es el paso del tiempo, porque no se nos aparece el último día, sino que convivimos con ella desde el nacimiento. Es el tiempo que lo consume todo. Nosotros luchamos contra eso, imponemos a la vida toda una velocidad para ganarle al menos temporalmente la partida a la muerte, para que ella no corra más que nosotros. Por eso los automóviles, los aviones?

-¿Y por eso literatura?

-Por supuesto. Todo lo que se ha inventado el ser humano ha sido para combatir a la muerte. La muerte es el motor de todo lo demás de la vida.

-Con frases así, habrá quien le acuse de nostálgico.

-A mí no me tienen que acusar, porque yo lo soy [risas]. Yo soy nostálgico, melancólico, pesimista? Y, cuando soy optimista, soy escéptico. La vida pasa demasiado rápidamente, y uno siempre siente nostalgia de su juventud, aunque fueran épocas complicadas.

-¿Cómo fue la suya?

-Fue muy bonita, muy cuidada por mi familia y muy en contacto con la naturaleza. Había muy pocos coches y el tiempo era mucho más lento. A pesar de ser los últimos años del franquismo y de las represiones, al ser joven era menos consciente de eso, y había muchos libros y mucho tiempo para leer.

-En la cultura, ¿todo tiempo pasado fue mejor, entonces?

-No, cada época es según las circunstancias que le han tocado. Lo que pasa es que los años 60 fueron maravillosos, porque ya la guerra había pasado y había una idea de libertad como jamás se tendrá. Había esperanza, grandes cineastas, escritores, mucho teatro? Y, ya con la democracia, fueron los 40 años mejores de nuestra vida. Aunque ahora los fantasmas del pasado retornan otra vez.

-¿Ve salida a este laberinto de simbolismos y fragmentación política en el que parece que nos encontramos hoy?

-No. Yo creo que, dentro de unos meses, el parlamento volverá a estar como estuvo en la República. Todos esos partidos que no hemos necesitado durante 40 años para ser felices, pretenden volver. Como en Europa. Y eso es preocupante porque, si en los años de historia de este país esos 40 han sido los mejores por el desarrollo? ¿Por qué tenemos que volver a convivir con aquello que se supone que ya habíamos desechado? Pero de eso hablaré en mi próximo libro, Las democracias suicidas.

-¿Era un tema inevitable?

-Sí. Porque no puedes ser testigo mudo, sobre todo si te has dedicado a la cultura y a la política como yo. No querría que nadie me echara en cara que no he reflexionado sobre mi tiempo, ni que no he ayudado a reflexionar.