Precioso e inteligente programa en torno a Robert Schumann: su esposa Clara Wieck, su fiel amigo, Johannes Brahms, y el propio Robert. El esplendor del romanticismo musical. El Dúo, que se acoge al patrocinio espiritual del que fue gran violonchelista español, Gaspar Cassadó, integra un perfecto conjunto de cámara por la compenetración y la afinidad con que expresan sus integrantes este bellísimo repertorio. Son dos músicos dotados de sensibilidad y elegancia; el chelista obtiene una amplia gama de matices mediante la refinada articulación basada en la sfumatura de cada frase obtenida con una sutil dinámica. La pianista utiliza el mismo juego de volúmenes y una pulsación casi etérea en muchos pasajes, sobre todo en esa obra maestra que es la primera sonata para violonchelo y piano, de Brahms, interpretada de un precioso modo, tierno e intimista como un coloquio amoroso. Es verdad que en el tercer tiempo, de extrema complejidad, ella tuvo ciertas dificultades en algún momento puntual de la fuga -pronto superadas, eso sí- que no empañan una preciosa ejecución de una parte pianística que pone a prueba a cualquier intérprete; por ejemplo, los arpegios descendentes que acompañan en la recapitulación del primer tiempo la melodía principal. Esta noble frase con que comienza la obra fue expuesta por el violonchelo (un precioso Jean-Baptiste Vuillaume, de 1863) con un emocionante canto legato. Excelente versión de las dos preciosas piezas de Clara Schumann y de las dos obras de Robert. Grandes aplausos cerraron el acto musical que se amplió con un bis: Spiegel im Spiegel, de Arvo Pärt, obra minimalista, reiterativa, cuya ejecución resulta difícil debido las largas notas tenidas y en pianísimo del violonchelo.