Nací en San Lorenzo de Aguiar, en la provincia de Lugo, donde viví con mis padres, Ángel y María, quienes ya superan los cien años y que se dedicaron toda su vida a las labores del campo, y mis hermanas Asunción y Elba. Trabajé muy duro durante toda mi vida y, como apenas pude asistir al colegio, casi no puedo hablar de esa etapa, en la que muchos días tuve que dejar de ir a clase para ayudar a mis padres en el campo, al igual que mis hermanas. Yo tenía que cuidar las dos vacas de la familia y salía con ellas muy temprano para llevarlas a pastar hasta que caía la tarde, por lo que me pasaba todo el día en el campo con un simple bocadillo.

Como allí apenas había posibilidades de salir adelante, cuando tenía diez años me mandaron a esta ciudad para servir como asistenta en un chalé de Perillo donde tenía mi propia habitación. Solo salía de la casa para acompañar a los señores a hacer la compra y únicamente me dejaban salir la tarde de los jueves. Al principio este trabajo fue muy triste por encontrarme sola en una ciudad en la que no conocía a nadie, pero poco a poco empecé a conocer a otras asistentas que trabajaban en Perillo y a salir con ellas en mi día libre, que solía ser el jueves.

Pero como en aquella época no había un buen servicio de autocares para ir a la ciudad, el día se me pasaba enseguida. La mayoría de las veces paseábamos por los Cantones, la calle Real y San Andrés y parábamos en cualquier cafetería. Si nos daba tiempo, íbamos al cine, que a mí me gustaba mucho, ya que fue aquí donde vi las primeras películas, puesto que en casa de mi familia no teníamos ni radio. Las primeras películas que vi fueron las de Marisol, Sisí y Lo que el viento se llevó, que me dejaron impresionada, ya que las salas me parecían grandísimas, sobre todo las del Colón y el Rosalía de Castro.

Recuerdo que casi siempre teníamos que ir una hora antes del comienzo de la película para comprar las entradas, ya que las colas que se formaban solían ser larguísimas. A partir de los quince años empezamos a ir al baile de El Seijal, donde siempre había un gran ambiente y la mayoría de las chicas nos conocíamos, mientras que en verano solíamos ir a las playas de Santa Cristina y Lazareto.

Uno de mis recuerdos de los años que pasé como asistenta es que la gente de Perillo solía ir andando hasta Bastiagueiro para intentar ver desde lejos a la familia de Franco, que tenía una casa en esa playa, aunque todos los alrededores se acordonaban para que nadie pasara y la Guardia Civil vigilaba toda la zona.

En ese tiempo acudía a las fiestas que se organizaban en Perillo Y Santa Cruz, así como a las coruñesas en los Cantones, ya que hacía todo lo posible para pasarlo bien con las pocas amigas que tenía mi escaso tiempo libre.

Después de trabajar doce años en la misma casa de Perillo, me fui a la tintorería Novo, situada en la calle San Luis, donde estuve trabajando tres años hasta que me casé con José Antonio, con quien tuve tres hijos: Luis, Inés y David, quienes me dieron seis nietos llamados David, Sonia, Lucía, Alejandro, Cristian y Adrián que llenan por completo mi vida. Al quedarme viuda de forma prematura, volví a trabajar de nuevo como asistenta en diversas casas de la ciudad hasta mi jubilación.

Fue en ese momento cuando me sometí a una importante operación para rebajar mi exceso de peso, ya que llegué casi a los 150 kilos debido a una enfermedad que tenía, por lo que mi movilidad era muy reducida y mi vida muy difícil. Gracias a la intervención, logré bajar hasta los 75 kilos, que sigo conservando, lo que me permite disfrutar con mi familia y mis amigas con toda comodidad y salud.