Una tía abuela de Eva emigró en los años cuarenta del siglo pasado a Venezuela, sola sin su marido y tras el fallecimiento de su hija, y regresó dos décadas después. Otra tía abuela, la de Adrián, vivió 22 años cerca de Zúrich y dejó familia en Suiza tras volver a Galicia. Y "la morriña y la tierra" mantuvieron solo cuatro años, a comienzos de los sesenta, a los abuelos de Marta en Holanda. Tres recuerdos, tres historias, que ayer contaron con sus textos o palabras sendos alumnos de 3º de ESO del IES Rafael Puga Ramón como parte del programa intergeneracional Háblame de la emigración, del área de Envejecimiento Activo de Afundación. Otros tres emigrantes que hace muchos años regresaron a España, Joaquín, Celestino y Emilio, escucharon ayer estos relatos sentados en los pupitres de su aula.

No fue de las jornadas más prolíficas en experiencias revividas ni en consultas de estudiantes, pero afianzó el espíritu del programa, que en el fondo, con la participación de los distintos colegios de la ciudad en los que se desarrolla, no persigue otra cosa que "la educación en igualdad, respeto y convivencia". Así lo recalcan Mada Carballeira, responsable de orientación en el Puga Ramón y María Calvo, coordinadora del Espacio +60 de Afundación.

Cada historia recuperada pasó de los recuerdos de quienes fueron emigrantes o de sus familiares más cercanos a las palabras de sus descendientes, chicos y chicas de 15 y 16 años que hoy tienen como compañeros de aula o amigos del barrio a hijos de otros emigrantes a los que la vida les trajo hasta A Coruña.

Eva contó a su manera, con sus palabras, la historia de una tía abuela que "fue una valiente", una mujer "muy independiente" que abandonó lo que tenía en su tierra tras una desgracia para ganarse la vida en un restaurante sin apenas mantener contacto con quien dejaba atrás. Adrián resumió la experiencia de su familiar en formato entrevista, en la que repasa la "buena acogida y el trato cordial" que recibió en Suiza desde 1977 hasta 1999. "Ahí viene la loca de la española", le decían a su tía abuela cuando bajaba una montaña nevada en trineo para alcanzar el autobús que le llevaba a su trabajo en Zúrich. Marta prefirió recoger la experiencia de sus abuelos en un escrito tras pedirle el día anterior a su abuela que recordase los pocos años que pasó en Rotterdam, entre 1960 y 1963, con trabajos en la construcción, en la cocina de un hospital y limpiando habitaciones. "Le fue fatal con el idioma. Cuando supo que estaba embarazada dijo que no quería parir en Holanda y volvieron a Galicia", contó.

Emilio Santiago Santos, que durante 45 años vivió en Basilea, intervino con preguntas a alumnos y contando anécdotas propias. Llegó como ilegal a Suiza en 1967 y tras tanto tiempo allí y varios trabajos le resultó traumático el regreso a España, a Monforte. También volvieron atrás en la memoria Joaquín Loncan, que entre 1952 y 1972 vivió en Buenos Aires, donde trabajó administrando fincas de terratenientes y estudió para perito mercantil; y Celestino Mallo, que pasó catorce años en Río de Janeiro, donde llegó a comprar un taller de zapatería.