La promotora cultural Pilar de Yzaguirre es un referente en la lucha por la igualdad. Siempre con el apoyo de su marido, Álvaro Álvaro García Meseguer, que falleció hace una década y a quien se rindió homenaje ayer en Afundación, donde se celebró un debate sobre el sexismo en el lenguaje. Señala que es clave la "ayuda del hombre para colaborar en la búsqueda de la libertad" de la mujer, aunque este es el primero que "debe cambiar" para conseguirla. Hay más asuntos pendientes que analiza con calma pero con optimismo. El primero, la educación.

En el camino hacia la igualdad, ¿qué queda por hacer?

Queda por hacer el 80% porque es un cambio cultural, no político. La cultura nos ha llevado a que la mujer tuviese un puesto determinado por la procreación y porque antiguamente se dio así. Estamos recuperando un puesto que no teníamos y una capacidad de decisión que tampoco nos dejaban tener. Esto supone un cambio, pero los cambios culturales son muy lentos. Se ha denunciado y se ha protestado pero el cambio real de que la mujer pueda tener la consideración y el respeto igual que lo ha tenido hasta ahora el hombre es un camino que todavía está por recorrer.

¿Qué incluye ese 20% que sí se ha realizado?

Cambios. Como los de leyes, que han ido muy bien para que la mujer tuviera más libertad, que pudiera abrir una cuenta corriente sin permiso del hombre, que pudiera votar... Me acuerdo que en el año 79 se sacó la prohibición de los anticonceptivos. Aquello fue un paso enorme. Suponía la libertad sexual. Sin embargo, en la educación falta por hacer todo.

¿A qué se refiere?

A que todavía hay colegios que separan a los niños y a las niñas. Todo eso hace que se eduquen de manera distinta, como si cada uno tuviera que tener un puesto diferente en la sociedad. Todo esto es lento pero hay una voluntad muy grande de que se haga. Pero para que a la mujer se le respete, sobre todo en la parte sexual, es el hombre el que tiene que cambiar. Desde pequeñitos, la educación tiene que ayudar a que los niños y niñas se respeten e ir por caminos iguales. Que los dos sueñen con ser presidentes del Gobierno o que una niña pueda soñar con ser directora del Banco de España. A los chicos los han educado a ser más ambiciosos, pero a las chicas las han educado de una forma más modesta. Esta es una revolución contracultural.

Su marido fue un referente en esa lucha feminista por parte de los hombres. ¿cómo empezó aquello?

Un día de 1974 que me levanté por la mañana me di cuenta de que no podía ni abrir una cuenta corriente sola. Entonces hice una asociación feminista mixta, de hombres y mujeres. Todavía vivía Franco. Mi marido se unió porque quería ayudar, pero no sabía cómo. Él había hecho como ingeniero un léxico de la construcción con 13.000 palabras para toda Europa. Entonces pensó que a lo mejor buscando en el diccionario podía encontrar machismos. Escribió un artículo y, después, un libro. Así tomó conciencia de la ayuda que suponía para la mujer que el hombre colaborara en esa búsqueda de la libertad.

Habla de hace 45 años, pero todavía hoy hay quien cree que en esta lucha no hay sitio para el hombre.

Claro, porque es una cosa cultural. A nivel intelectual, tú puedes saber que la mujer tiene derecho a hacer lo que esta haciendo y que lo merece. Además de que es capaz de todo. Pero él está acostumbrado a lo que le enseñaron su madre y su abuela. Que era que él tenía un puesto y ella, otro. Culturalmente tiene que hacer un esfuerzo para cumplir con aquello que dice.

Su marido, además, utilizaba la letra e como género neutro: nosotres, nosotresvosotres

Claro. Tiene un papel muy importante porque es con lo que nos comunicamos con los demás.

¿Y las artes escénicas?

Eso maravilloso porque el arte es lo que está más cerca de la libertad. Los artistas partiendo de un caos de libertad crean algo diferente. Están cambiando la sociedad y la cultura que habíamos heredado y que ahora estamos cuestionando.

Es un mundo, además, en el que hay muchas mujeres.

Sí. Porque el ambiente del teatro y de la danza es muy liberalizado. Tiene unas normas de trabajo pero luego las convivencias son más cercanas que las que tenía la mujer en otros campos.

Pero antes de dedicarse a eso, estuvo vinculada a la política. ¿Por qué se fue de ese camino?

La política y yo no somos compatibles. La política tiene un camino y una forma de hacer lenta y tranquila. Yo soy muy dinámica. A mí me iba el camino de los pies en la tierra, no soñar y luchar por cambiar las cosas.