Situados frente a un mapa de España, algunos verán ciudades. Otros verán depresiones y relieves, con sus montes y sus ríos, su historia, o incluso sus cuestiones políticas. María José Domingo, conocida por todos en la pintura como Pepa, lo que ve es color. Del norte al sur, desde Galicia hasta Andalucía, los kilómetros se convierten a ojos de la artista en una paleta de tonos degradados, que van del azul y verde del Atlántico hasta los amarillos, naranjas y lilas de Almería.

A medio camino entre ambos puntos es donde la autora ha puesto sus pinceles a lo largo de las últimas décadas. Aunque natural del Mediterráneo, la creadora ha pasado cerca de 40 años en A Coruña, desde donde se mudaba hace poco para retornar al sur que considera su cuna, y en el que se ha instalado después de su jubilación. La intensidad de la luz de su nueva casa es lo que retrata ahora en sus óleos, en los que vuelca paisajes marinos que, en ocasiones, dice la artista, "casi duelen" por la luminosidad. Su calor lo trae este mes a la galería Xerión con Del morado al amarillo, una exposición en la que une las estampas almerienses con las escenas de la otra ciudad que convirtió con el paso del tiempo en su hogar.

"Yo me considero gallega, porque la mayor parte de mi obra es de aquí. Y tengo un estudio en Betanzos donde sigo pintando", cuenta la pintora, que une las escenas del sur con zonas del Eume, Santa Cruz, Sada o la Marina. En total, son alrededor de medio centenar de piezas las que llenarán hasta el 31 de marzo el espacio, con un choque de colores a los que ha tenido que ajustar su pincel. La autora se ha visto obligada a cambiar su paleta a los lilas y amarillos que dan nombre a la muestra, y que ya había tenido que adaptar cuando aterrizó en suelo gallego. "El paisaje con sol es muy diferente, lo noto sobre todo porque es un secarral. Cuando vivía en Galicia no podía salir a la calle porque llovía, y tenía que estructurar muy bien cada pincelada con la luz, porque al día siguiente cambiaba", recuerda Domingo, que lleva cerca de una década instalada en Andalucía.

La creadora asegura que su tiempo en A Coruña, donde impartía clases en el Instituto de Elviña, ha marcado de forma definitiva su pintura. La variabilidad meteorológica del norte la ha convertido en una artista "bastante más exhaustiva", que analiza con detenimiento cada trazo, aunque sin renunciar a las pinceladas sueltas que aprendió en la Facultad de Bellas Artes de su Valencia natal. En ella, bebió del impresionismo de sus maestros, e incorporó el peso de la luz y el color que la ha acompañado en su carrera artística. Su último viraje, que puede apreciarse en su muestra en Xerión, incluye cierta influencia del cómic en sus pinturas, con la introducción de personas en sus escenarios paisajísticos. "Me gusta mucho la novela gráfica, así que empecé a hacerles fotos a mis hijos y a pintarlos. No los hago al detalle, pero ahora bromean con que cada uno tiene su cuadro", cuenta entre risas la artista, que promete que regresará con sus obras a A Coruña porque "lo que merece la pena no se puede abandonar". Los grabados serán los protagonistas de su próxima exposición, que calcula dejar lista para finales de año o principios de 2020.