La activista mexicana Marcela Lagarde visitó ayer el Rectorado para hablar sobre los desafíos en la lucha feminista del siglo XXI.

Venimos de un 8 de marzo de manifestaciones masivas

No vamos a empezar nada. Hace mucho tiempo que hay protestas y movilizaciones en el mundo, exigiendo libertades y derechos. Ahora hay muchas mujeres jóvenes participando en todas partes. En América Latina era normal, pero en España, yo siempre escuché la queja de que no había jóvenes y que, las que había, decían que les parecía una cosa de sus mamás. Somos millones de mujeres criticando una sociedad injusta a la que llamamos patriarcal. Lo importante es dar pasos colectivos para impulsar cambios en nuestros derechos. En el avance siempre hay nuevas dificultades, antes pensábamos que, al avanzar, lo resolvíamos todo. Era una fantasía.

Cuáles fueron sus primeras luchas feministas?

En el siglo pasado, mis primeros movimientos feministas fueron sobre la salud sexual y reproductiva. Lo planteamos como un derecho a tener una sexualidad definida por nosotras mismas, no opresiva, no cosificadora. Hemos definido qué queremos para nosotras y qué no queremos ni para nosotras ni para nadie. Un siglo entero luchando por eso y, a la vuelta del siglo, algunas que no lo vivieron reivindican como liberador parte de la cosificación sexual de las mujeres. Los nuevos problemas no provienen de dónde se suponía, de las instituciones patriarcales, sino del propio movimiento feminista, que requiere reflexión, crítica, análisis y aprendizaje para saber dónde estaba el movimiento feminista antes y por qué feministas anteriores rechazaban cosas como la prostitución. No es que fuesen tontas, es que tenían muy claro que, cualquier forma de cosificación, contribuía al daño a todas las mujeres. Nos plantean como si fuese una cosa chistosa la prostitución o que trabajemos teniendo hijos para otros. No somos máquinas de hacer bebés, somos seres íntegros. Nos invitan a que demos en adopción a las criaturas.

Ahora se vuelven a poner sobre la mesa temas que parecían ya superados, como el aborto.

Nada está ganado plenamente. Hay una constante agresión del patriarcado a las mujeres y a sus derechos. Hay confrontación política para demostrarnos a las mujeres que no podemos ser dueñas de nuestro cuerpo, de nuestra vida, que no podemos decidir y que tenemos deberes que cumplir. Hay que ver cómo hombres jóvenes ahora tienen ideas arcaicas, es preocupante. En España, son incluso líderes de partidos políticos.

Y muchas mujeres también defienden ese discurso, no solo hay hombres en esos partidos.

Por dependencia. Ellos tienen poderes patriarcales y de dominación sobre mujeres de sus propios partidos políticos, sobre su clientela electoral, sobre sus militantes, sobre su base social... Lo mejor que puede ser una mujer en ese modelo, que no las reconoce como seres plenos, es sometida, objeto sexual y obediente. Tenemos que seguir el aprendizaje y saber que, de veras, el patriarcado existe, no es una invención de unas locas. Es un orden social e histórico muy complejo que se ha articulado con otras organizaciones de la sociedad y de la economía, como por ejemplo, con el capitalismo o con las sociedades premodernas. Había patriarcado antes del capitalismo y, cuando sobrevino el capitalismo, se aliaron encontrando formas perversas.

¿Hay una falsa sensación de igualdad en las nuevas generaciones de mujeres de países desarrollados?

Donde no había feminismo, sí. Para poder enfrentar los problemas tenemos que ir atacando los cimientos. Pasará que habrá una respuesta hostil. Hay formas de oponerse al avance feminista y eso se consigue con mentiras. He escuchado que el feminismo no es de izquierdas sino que es de todo el mundo. Ojalá fuese así. No es una propiedad privada, pero que tiene que ver con la izquierda es obvio. Solo hay que revisar la historia y ver cómo se fue desarrollando con procesos reformistas y revolucionarios. No era la derecha la que estaba impulsando el feminismo. Algunos países a principios del siglo XX aprobaron el aborto como un derecho del nuevo mundo que estaba naciendo. Que se haya convertido en una dictadura después es otra cosa, yo no estoy a favor de ninguna dictadura.

Se habla ahora de un feminismo liberal.

Existió en el siglo XIX y en el XX. Esta corriente ha estado siempre por las libertades de las mujeres, entre ellas, las libertades sexuales. El feminismo liberal aportó al divorcio. Otras corrientes más a la izquierda planteaban el cambio del género con el que se tenía sexo. Hubo mujeres que experimentaron el amor y la sexualidad con otras mujeres. Eran mujeres de América Latina las que se atrevían a hacer esto y también hombres experimentaron, al amparo del feminismo, la homosexualidad y el travestismo.

¿Hay un afán ahora por reinventar los símbolos? Ciudadanos, por ejemplo, reivindicó el 8 de marzo a Clara Campoamor.

Yo creo que no. Creo que es pura ignorancia.

El endurecimiento del discurso de la derecha que niega la violencia machista, ¿es una reacción al movimiento feminista?

Yo llevo más de 40 años intentando erradicar la violencia. La distorsión de los hechos, por parte de la gente más reaccionaria, siempre ha estado ahí. El sistema patriarcal culpabiliza a las víctimas. Ellos saben que, al decir una infamia, siempre algo queda. Me da mucho gusto que en España se hacen minutos de silencio y se ponen fuera de los ayuntamientos, eso no pasa en muchas partes del mundo, solo aquí. Es un lenguaje formidable contra las mentiras de la derecha y para expresar el dolor social por las mujeres víctimas del feminicidio. Tenemos que unirnos más para tejer redes por todo el mundo que nos ayuden a enfrentarnos al patriarcado, que también es global. El patriarcado tiene muchos siglos de vida, el feminismo solo tres y es muy heterogéneo.