Ante un café, uno de los miembros de Stop Desahucios, que se hace llamar Dharma, explica que tuvo que hacer frente a dos desahucios, el primero, el del apartamento en el que vivía de alquiler con su pareja y que consiguió parar en el último momento y otro, el del local que había alquilado para montar un negocio en el que, al final, nada salió como esperaba. Cuenta este hombre, de mediana edad, que pagó puntualmente los recibos de su alquiler durante dos años pero que, en noviembre de 2015 no pudo hacer frente a más.

"Llegó el momento en el que yo no cogía ni las cartas", explica. Y es que, en esa época, se había embarcado en un proyecto de emprendimiento. Asegura que, en la oficina del BBVA de la que era cliente, le dijeron que le concederían un crédito ICO para su empresa y que el dinero llegaría a las "tres o cuatro semanas", pero pasaron meses y el visto bueno a su crédito no llegaba. "A modo de anticipo, me dieron una tarjeta de crédito de 7.000 euros y yo, como estaba metido en gastos con el proyecto, la cogí", explica. Asegura que, en la oficina, le decían que la aprobación a su crédito tardaba porque los analistas de riesgos estaban de vacaciones.

"Yo confiaba en ellos y me lo creí", asume, pero, varios meses después, le dijeron que no se lo concederían. Para entonces, ya tenía empleados, un local y muchas deudas. "Finalmente, la quinta persona de riesgos que analizó el caso me concedió un crédito para activos, para cosas que yo pudiese comprar, de 21.000 euros (había pedido 58.000), evidentemente, lo cogí y arreglé un poquito", comenta. Se le complicaron también las cuentas cuando no le pagaron un trabajo que había hecho para una empresa y cuando una reforma que contrató se quedó a medias, lo que ayudó a que el negocio no pudiese despegar.

Eso se juntó con el impago de la vivienda y de los suministros. "Debía dos meses, cuando le pagué al propietario, a los dos días, me metieron el caso en el Juzgado, así que me vi con una orden de desahucio y conseguí pararlo de casualidad. Yo ya había pagado los dos meses, pero me vi con una deuda de 3.000 euros en costas", relata, para entonces, su pareja había perdido el trabajo y, durante varios meses, vivieron con cortes de luz y de agua, algunos a la vez. Terminaron separándose porque, según explica, la situación económica dañó la relación. Al final, se quedó él en el apartamento, sin poder pagar unos nueve meses, y sin tener a otro lugar al que ir.

El día que vio la orden de desahucio en el buzón, asegura que decidió quedarse hasta el último momento, dice dejó el piso como nuevo, y se fue a vivir con sus padres. Se queja de la falta de ayudas que hay para las personas que no son ni menores de 30 ni mayores de 65 y de las condiciones que la Administración impone para su concesión, por ejemplo, que no tengan ningún familiar cerca, ya que entienden que son los padres o los hermanos quienes deben hacerse cargo, en primera instancia, de ellos.

Para salir adelante piensa ahora en abrir una empresa, aunque no a su nombre, ya que, su deuda con la Seguridad Social, de unos 18.000 euros le impide, incluso, hacerse autónomo e intentar remontar su situación económica.