Aunque nací en Lugo, me considero toda una coruñesa ya que mis 80 años como ciudadana de A Coruña me hacen sentir orgullosa de esta ciudad, a la que llegué con dos años de edad cuando mi familia formada por mis padres ya fallecidos, Enrique Bellón y Carmen Pérez, así lo decidieron junto con mis cuatro hermanos: Moncho, Mila, Marisa y Lola. Mi padre trabajó siempre en la construcción mientras que mi madre se dedicó a cuidar de sus cinco hijos y atendió las labores de la casa.

Al llegar a esta ciudad nos fuimos a vivir a Monelos. Barrio y zona en la que estuvimos viviendo desde el 1939 al 1960, año en el que yo tenía 21 años y me marché a trabajar con mi tía Carmen a Venezuela a un hotel que se llamaba Arichuna ubicado en la ciudad del Tigre. Allí estuve dos años pues me valió la experiencia que tenía de haber trabajado desde los 15 años en A Coruña durante los veranos en los hoteles Embajador y Finisterre.

Después de dejar el hotel venezolano estuve trabajando en este país como modista, una profesión que también conocía desde pequeña, pues a los 12 años empecé a trabajar en A Coruña en una casa de confección donde aprendí todo lo necesario para defenderme en este oficio. Trabajé también para la familia del director de la fábrica de Tabacos, los Solís. Este trabajo lo hacía para ayudar a la economía familiar. Se puede decir que hasta los 12 años pude disfrutar de mi infancia y de todos aquellos juegos y pasatiempos que teníamos las niñas de mi época, que no eran muchos, aunque hasta que me puse a trabajar, mis mejores amigos fueron mis propios hermanos y casi siempre jugaba con ellos.

Cuando empecé con la costura conocí a mis mejores amigas. Destaco a Pepita, Elvira, Estrellita y Carmiña. Todavía me acuerdo como si fuera hoy de lo bien que lo pasaba cuando iba al cine Monelos y ver aquellas viejas películas que echaban los domingos que nos abrían los ojos y nos hacían soñar luego con sus historias.

La granja agrícola también fue una zona a la que íbamos a jugar toda la familia. Aquí había un molino con agua del antiguo río de Monelos donde, además, en esta época también se podía pescar. Recuerdo que entonces también había varias fábricas de pescado en la antigua carretera que rodeaba la granja.

Me encantaban los carnavales, cuando había bailes en el salón de baile Saratoga de Monelos. Yo estaba en la taquilla del mismo vendiendo entradas. A comienzos de los 50, en el Carnaval de Monelos, era muy conocido por todo el barrio Pepe el Colchonero, que siempre se disfrazaba cuando estaba prohibido. Cuando lo cogían, el pobre se pasaba todo el año trabajando para pagar la multa, según me contaban. Como recuerdo me queda cuando con 21 años me regalaron mi primer reloj antes de irme a Venezuela. Tener un reloj era todo un regalazo.

En Venezuela conocí a mi marido, Arsenio Gómez, fallecido recientemente. Se dedicaba a la representación de relojería y en el año 1964 decidimos volver a A Coruña con la ilusión de abrir una joyería. Primero miramos de abrirla por el centro y al final decidimos abrirla cerca de casa de mi abuela Carmen, que vivía en la prolongación de la calle San Luis. Nos instalamos en la avenida de Os Mallos cuando la zona todavía se estaba empezando a urbanizar. Casi todo aquello era campo y había unas casitas de planta baja de Sindicatos. En el momento en el que abrimos la joyería todavía se hacían las fiestas de Os Mallos, como San Luis, Vizcaya, Vioño y Monelos, que en los años 50 tenían unas fiestas con mucha fama. Se celebraron hasta partidos de fútbol de solteros y casados.

Para cerrar esta pequeña historia, quiero destacar la época en la que trabajaba en los hoteles del centro. Muchas veces bajaba a comprar rifas a la desaparecida tómbola de caridad y otras veces también solíamos mirar las distintas actuaciones que se hacían de cara al publico en el cine Kiosko, en su parte de abajo. En verano solíamos ir a la playa de Santa Cristina. Íbamos andando hasta As Xubias y luego cogíamos la lancha de los hermanos Rubio.

Como una jubilada más, ahora me veo con amigas que me visitan en la joyería, donde sigo haciendo compañía a mi hija Scarlet y disfruto de mis nietos, llamados Alejandra y Duarte. Echo de menos, por mi edad y mi salud, no poder ir a pescar, una afición que le gustaba mucho a mi marido y en la que él me metió.

Testimonio recogido por Luis Longueira