La futura planificación de las ciudades, con especial importancia en las actuaciones de reequilibrio territorial, fue el centro del debate ocasionado esta semana en las I Jornadas Internacionales de Estrategias Urbanas, organizadas por el Cesuga. La urbanista Zaida Muxí, doctora en arquitectura y profesora en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, ofreció el viernes su visión sobre alternativas residenciales en el Centro Tecnológico de Arteixo.

¿Las ciudades se ciñen a modelos determinados o cada ciudad es un modelo en sí misma?

Hoy aspiramos a ciudades sostenibles y próximas, con dominio del transporte público y equilibrio entre naturaleza y construcción. Pero cada ciudad tiene su propio desarrollo y cada modelo, si podemos llamarlo así, tiene sus variedades. Este es un modelo común de la buena senda, pero al mismo tiempo cada ciudad está presionada por otros modelos que tienen que ver con el enriquecimiento rápido y que fragmentan territorios, segregan socialmente y que convierten a los ciudadanos en molestias para los negocios. Este impacto se vive en muchas ciudades. Un ejemplo es Barcelona, que lucha contra grandes complejos de capital, con un exceso de turismo que hace que la vivienda ya no sea para quienes habitan en la ciudad sino que sea un negocio para quienes tienen más poder adquisitivo y a los que poco importa lo que pase en la ciudad.

En estos casos, ¿cómo debe abordarse una política de vivienda?

Hay que abrir líneas de trabajo que no se limiten a construir vivienda nueva, algo que se ha quedado obsoleto, sino a recuperar la vivienda vacía, rehabilitar la que está en mal estado y fomentar que propietarios apuesten por el alquiler.

¿Estas soluciones no suelen generar conflictos entre el enfoque público y el privado?

Sí, pero en realidad se trata de un conflicto entre lo que es común y de todos y lo que es de unos pocos que quieren sacar el máximo beneficio. Eso es un modelo de negocio capitalista que va en contra de todas las personas, pero que al final se vuelve en contra de quien practica ese modelo.

¿Qué debe primar al diseñar una política de vivienda y qué viene a continuación?

Sin presupuesto adecuado no se puede desarrollar una política real de vivienda. ¿Esto que quiere decir? La concepción de la vivienda como un derecho, si no habrá nunca pisos suficientes para quienes los necesitan. La vivienda pública debe tener un espectro más amplio de alcance: no solo pública pública, sino promovida con cooperativas o consorcios público-privados, vivienda social y accesible.

¿Pero sabemos en realidad adaptarnos a este abanico de fórmulas?

No nos queda otra que hacerlo. Del mismo modo en que el PP adaptó la ley para que grandes conglomerados financieros y fondos buitre puedan comprar viviendas sin pagar impuestos, hay que cambiar la ley para permitir otras actuaciones a favor de nuestros derechos. En Viena, por ejemplo, el 50% de la población vive en pisos públicos de alquiler, el 25% en vivienda privada de alquiler y el 25% restante es dueña de sus pisos. Hay unas reglas de juego claras y la gente cumple.

¿Tan lejos está Viena para nosotros?

Falta tiempo, unos 100 años de política de vivienda adecuada, y ya no estaremos. Hasta ahora no lo hemos hecho en España.

Se habla mucho de proyectos para humanizar las ciudades. ¿Qué las deshumaniza?

Que no se piense en que las ciudades hay que hacerlas a escala de las personas. Humanizar es crear zonas verdes, espacios para caminar, de descanso en la calle y de encuentro, usos mezclados, control de los accesos de vehículos privados. La persona es más importante que el coche.

¿Debe también pasar demasiado tiempo para esta humanización real?

No tanto como cien años, desde luego. Mejorar las ciudades es menos difícil que hacer política de vivienda eficaz, pero hace falta mucho más dinero y cambios normativos.