De "horror" califica el capitán del Aita Mari, Marco Martínez, la costa de Libia. Tras estar a bordo de otros barcos dos años en la zona y escuchar los relatos de los supervivientes, no puede más que indignarse ante la inacción de Europa frente a lo que considera un "genocidio". Hasta 100 facciones operan en el país torturando a los ciudadanos, violando a las mujeres y niñas y obligándolos a salir al mar en "artefactos" que acaban por hundirse. Estas opciones son las de la "suerte", ironiza Martínez, frente a la muerte de muchos otros que no logran superar la violencia extrema o la extorsión a las que les someten los grupos armados.

Frente a esta situación, el capitán y una decena de tripulantes, muchos experimentados en rescates en alta mar, pidieron permiso al Gobierno para zarpar con el barco vasco y les fue denegado. Llegan a la ciudad para seguir intentando, a través de la vía administrativa, pero también de la judicial, iniciar la ruta hasta el mar Mediterráneo, pero también para concienciar a la ciudadanía de lo que sucede en estas aguas. "No hay efecto llamada, es un efecto huida", denuncia Martínez, que destaca que la vía marítima es "residual" frente a la llegada por aeropuertos o por tierra de migrantes. Y es que, añade, los que pretenden rescatar no son tales: "Son náufragos".

La Agrupación Cultural Alexandre Bóveda acoge esta tarde, a las 20.00 horas, la apasionada vivencia del capitán del barco y de dos de sus tripulantes. Quieren no solo que los coruñeses conozcan lo que, subraya, están impidiendo sus dirigentes políticos al negarles el viaje a la zona en conflicto, sino que sepan por qué la gente se tira literalmente al mar en busca de ayuda. "Después de dos años tenemos muchas experiencias que contar", lamenta.

Martínez llama a la rebeldía que él predica a los funcionarios que gestionan los permisos náuticos y también a la de la ciudadanía, para que exijan que tanto España como la Unión Europea, especialmente Italia por cercanía, no dejen morir a cientos de personas en el mar a diario. "Están negando un genocidio", concluye el capitán del barco.