Nací y me crié en la calle de Gabino García, ubicada en la zona del Agra del Orzán cuando solo había unas pequeñas casas de planta baja y poco más. El resto de los alrededores eran leiras y campos. Mi familia la formaban mis padres, ya fallecidos, Juan Iglesias y Manuela Díaz, y mis dos hermanas, Manuela y Rosario. Mi padre Juan fue muy conocido por toda la zona del Agra por ser el fontanero del barrio y por tener la Fontanería Iglesias y, además, de ser jugador y entrenador del equipo de fútbol del Ciudad Jardín mientras que mi madre Manuela se dedicó a las labores de casa y al cuidado de toda su familia.

Mi primer colegio fue uno que había al lado de mi casa: en el que estuve unos dos años, para luego pasar a estudiar a la Escuela Normal, en Salvador de Madariaga, colegio en el que todas las profesoras pertenecían a la Sección Femenina. Aquí estuve hasta los once años y me acuerdo perfectamente de cuando entrábamos en clase, nos hacían cantar las canciones Cara al Sol y Montañas Nevadas. De aquí ya pasé al Instituto Femenino donde hice el bachiller elemental y al finalizar el mismo fui durante un tiempo a pasantías para aprender mecanografía hasta los 17 años, edad en la que empecé a trabajar como cajera en la Unión Cristalera, primero en Rubine y luego en Alfrendo Vicenti hasta que me casé con Plácido Fusna, un coruñés muy conocido además de ser hoy en día el letrista de la comparsa de Monte Alto a 100. Tengo dos hijos, Juan y Susana, que ya nos dieron una nieta llamada Patricia, que es bajista de un grupo de rock coruñés.

Ahora me toca destacar los primeros años de niñez y juventud con mi primera pandilla de amigos de los que tengo un gran recuerdo por lo bien que lo pasé con todos ellos, como Pili, Encarna, Chiruca, Lisi, Finucha, Ramiro y Jorge, todos nuestros primeros juegos discurrieron siempre en la calle o dentro de los portales de nuestras casas según el tiempo que hiciera. En esta primera época fui una niña muy espabilada para cualquier juego de la época, tanto de niños como de niñas. Me gustaba mucho jugar contra los chavales a las bolas y al che, juegos que casi siempre solía ganarles. Luego teníamos el brilé, el aro, la cuerda y la mariola, juegos que nos entretenían mucho. Además, teníamos la suerte de que teníamos todo el espacio del mundo para jugar con total tranquilidad en plena calle, pues los coches que pasaban por aquí eran contados. Solo pasaban los carros de caballos que llevaban las gaseosas, la lejía y otros productos.

En esta época también esperábamos que llegara el domingo para poder ir al cine, a la sesión infantil, done lo pasábamos muy bien durante las dos horas que duraba la película. Unas veces las películas eran de aventuras, otras de dibujos animados. En esta época, cuando ibas al cine, sobre todo al Finisterre o al Rex, al sacar la entrada te daban también un prospecto de la próxima película que el cine daría para el próximo domingo. Este prospecto nosotras los juntábamos igual que las postalillas de la época, también de artistas y cantantes. Fue una época muy bonita, donde, además, todos los años se hacían fiestas por los barrios más conocidos de A Coruña, la mayoría ya desaparecidas. La fiesta del monte de Santa Margarita era lo máximo. Toda A Coruña y familias completas llenaban dicho monte con sus empanadas y sus merendiñas.

En la edad quinceañera cuando ya bajaba con la pandilla al centro sobre todos los domingos y días de fiesta. Lo que hacíamos era pasear de arriba abajo por la calle Real y Cantones y luego nos íbamos a pasar un rato a los coches de choque de Camarero, que estaban ubicados enfrente a Radio Nacional, donde nos pasábamos unos buenos ratos escuchando la música que ponían a toda voz en esta atracción de coches, que siempre estaba abarrotada de chicos y chicas. Por la tarde bajábamos al cine y solíamos ir al Savoy Coruña o Avenida. Este último cine muchas veces era el punto de encuentro para quedar y juntarnos.

Me acuerdo también en el verano de cuando venía Franco. Ponían toda la ciudad llena de banderas españolas y también cuando venía a las regatas. Todo el muelle se llenaba por completo de coruñeses aunque a mi no me llamaba mucho la atención este señor, ya que desde jovencita y gracias a lo que me contaba mi abuelo, José Díaz Pibela, de un completo republicano de sus historias y de la guerra civil empecé a tener ideas republicanas, quedándome en mi interior con muchas de ellas.

Con la pandilla íbamos casi siempre a la playa de Riazor y nos poníamos siempre en las rocas del Cagallón. Después de casarme y cuando los hijos me dieron algo de independencia, empecé a dar clases de baile gallego y pandereta por distintos colegios de la ciudad y centros sociales, ya que aprendí todas estas facetas debido a que entré cuando tenía 16 años en Cantigas da Terra? Ahora, jubilada, pertenezco a la directiva de la asociación Xirxilar de mujeres de la Sagrada Familia, donde junto con un gran grupo de amigas hacemos dentro de esta asociación actividades como bolillos, bordados, pintura, memoria y por mi parte, sigo dando clase de pandereta. Además, hacemos excursiones y reuniones de grupos en esta asociación.