Con 15 años, Eva acompañó a su madre a Alcohólicos Anónimos. Fue la primera de varias veces y tenía miedo a que sus compañeros del instituto le preguntasen por qué faltaba a la última clase del día. La mujer de 40 años que se oculta tras el nombre de Eva es hoy una persona que, de la mano de Adafad, una entidad que presta apoyo a las familias de drogodependientes, ha aprendido a creer en su "derecho a ser feliz" y a ver "el lado positivo" a los tragos más duros de la vida, pero que desde que tiene recuerdos ha convivido con una madre alcohólica que, a sus 65 años, no ha conseguido curarse y con la que ha pasado por no pocos episodios dolorosos.

Porque después de Alcohólicos Anónimos vinieron internamientos en Proyecto Hombre, en el Hospital de Oza, en el Sanatorio Psiquiátrico Los Abetos y en estrictas instituciones de Santiago y de Ourense. De unos centros escapó al poco de ingresar o salió tiempo después sin lograr recuperarse ni perder por completo la dependencia de la botella.

Aún hoy, la madre de Evanor econoce que sufre un problema,lamenta su hija: "Era una mujer guapísima, con sed de saber, muy inteligente. Su droga le ha pasado factura después de tantos años y ahora está mal física y psicológicamente,muy deteriorada para su edad,sobre todo a nivel cognitivo. Tuvo oportunidades para salir y se empeñó en el lado malo y en tirar su vida en un pozo".

Bebía en casa siempre, primero como algo "normal" y cotidiano —nadie sabe desde cuándo— a ojos de su hija, luego escondida o encerrada, ignorando o desaprovechando las ayudas que sus allegados le ofrecían para salvar una vida caótica (acabar los estudios, emprender un negocio). En su caída en el infierno del alcohol acabó apartando de su lado a una pareja que tras más de una década de amor incondicional la abandonó el día que pagaba uno de sus internamientos y justo cuando ella caía de nuevo en la bebida; y castigó a su propia hija, que se protegía con una cerradura en su habitación cuando su madre "buscaba bronca" y la agredía. "Dos veces creí que me mataba, que me abría la cabeza o me clavaba un cuchillo".

"El alcohol es una droga con una potencia... Me asusta el desconocimiento y el buenismo que hay sobre el alcohol, con el que hay que tener más cuidado que con otras drogas. ¿Tú sabes lo que supone para un alcohólico ir a hacer la compra una mañana al supermercado y encontrarse con un pasillo lleno de bebidas de abajo hasta arriba?", se sorprende Eva, "abstemia radical", con un "desprecio" absoluto por el alcohol y compasiva por "quienes necesitan un poco de droga para divertirse".

Adafad y la música

La adicción continua y la lucha sin recompensa por la recuperación de su madre condujeron a Eva a Adadad, con la que ha compartido su situación familiar en los últimos ocho años. Fue el sostén, junto con la música que siente en la intimidad,que interpreta y enseña, y el trabajo, en que se ha podido apoyar para ganarse ese "derecho a ser feliz".

"Adafad me ha ayudado a gestionar lo que sucede con mi madre para que a mí me ayude a vivir, para que sepa tener con ella una relación en ese estado. Antes todo me hacía daño, perdía los papeles, no era comprensiva, no la ayudaba ni empatizaba con ella, la culpaba, le exigía y recriminaba. He conseguido apoyarme en mis estudios y en los trabajos que he tenido, pero que te falle un pilar tan fundamental en la vida como tu madre...".