La Orquesta Sinfónica de Galicia tiene un concertino de lujo que se llama Massimo Spadano; forma parte de la agrupación coruñesa desde el año 1994, prácticamente, desde su creación. Para la actual temporada, la orquesta ha contratado como violonchelo principal en calidad de invitada a Anne Yumino Weber, una magnífica violonchelista. Ellos dos, Anne y Massimo, con el inestimable concurso del pianista sardo, Marco Sanna, han integrado un trío que se presentó el pasado martes en el Rosalía con un programa de altos vuelos. En primer lugar, el segundo Trío con piano de Shostakovich: oscuro, fúnebre, de una belleza extraña, sin duda influido por la muerte de su íntimo amigo Iván Sollertinsky y por el horror que supuso el sitio de Leningrado, que duró hasta enero de 1944, un mes antes de que el compositor escribiese el Trío. Partitura de gran dificultad, especialmente para los dos arcos en el primer movimiento, donde son llevados a los límites extremos agudos con sordinas y efectos de armónicos, alcanzó una soberbia versión de los tres artistas. También la obra de Schumann es singular, bastante alejada de partituras de tan radiante belleza como el cuarteto con piano y el quinteto con piano, con la salvedad de la romanza que constituye el segundo tiempo; el tercero, entrecortado, de difícil encaje, fue muy bien resuelto por los intérpretes. Incluso, el trío de Beethoven resulta sorprendente por su tono misterioso y hasta amenazador, sobre todo en el segundo movimiento, que ha valido a la obra el sobrenombre de "fantasma". Gran lectura de los instrumentistas, en especial en ese singular segundo tiempo. A pesar de los reiterados aplausos y exclamaciones de entusiasmo, no hubo bises. Una lástima.