La inversión de la Cocina Económica durante el año pasado en gastos farmacéuticos superó al de las ayudas a la vivienda. Es la primera vez que esto pasa desde 2011, cuando se puso en marcha el servicio de Trabajo Social en la entidad. En 2018 también se superó, por primera vez en siete años, la cifra de la entrega de mil ayudas anuales.

El trabajador social de la entidad, Pablo Sánchez, explica que, actualmente, "ir a la farmacia se ha convertido en un lujo que muchas personas no se pueden permitir". Muchos de sus usuarios cuentan con el único ingreso de una pensión no contributiva o con una prestación social de unos 400 euros y se enfrentan a unos gastos fijos de farmacia de aproximadamente veinte euros al mes, una cantidad que no pueden pagar sin ayuda, según explica Pablo Sánchez, tras la redacción de la Memoria de Trabajo Social de la La Cocina Económica de 2018.

Fueron, en total, 15.765,84 euros destinados a pagar fármacos, repartidos en una media de 110 ayudas mensuales. Y es que, muchas personas tienen tratamientos de larga duración o para enfermedades crónicas que no están cubiertos por el Sergas y a los que no pueden hacer frente sin una aportación extra.

Otras ayudas. Hasta entonces, la partida más cuantiosa era la destinada a pagar el recibo mensual del alquiler. El año pasado, la entidad derivó 14.943 euros a este fin y entregó 84 ayudas. Hasta en 729 ocasiones aprobó la Cocina Económica subvenciones para transporte, como recargas en la tarjeta del bus, por un importe de más de 5.700 euros. Durante todo el año, la entidad entregó 1.041 ayudas económicas por valor de 43.455,58 euros, estas partidas cubren, por ejemplo, el abono de tasas para conseguir documentación oficial o la compra de bienes de primera necesidad.

Usuarios. Durante el año pasado, el servicio de Trabajo Social atendió a 697 personas, de las cuales, 452 nunca antes habían ido a la Cocina Económica; 245 habían sido dadas de alta en años anteriores y en 2018 volvieron a pedir ayuda a la calle Cordelería. Hasta 327 personas recibieron una ayuda continuada a lo largo del año, es decir, que la Cocina Económica tuvo que echarles una mano en varias ocasiones debido a su situación, de media, tres veces y con una cuantía de unos 40 euros. La entidad explica que una parte de las personas que acudieron a pedir ayuda durante el año pasado continuarán siendo usuarias durante varios años. En 2017, las incorporaciones fueron 396 y, el año anterior, 385.

Jóvenes. Sánchez indica que, en 2018 se produjo un incremento de los usuarios jóvenes, de entre 18 y 29 años, que representan ya al 16% del total. En 2017, eran el 12%. "No es una subida muy grande, pero es significativa. Algunos son jóvenes proceden de familias desestructuradas. Cuando las familias se rompen, los jóvenes suelen ser los primeros trozos en caer. En algunos casos, los padres los echan de casa, también tenemos jóvenes que no estudian ni trabajan, que no tienen planteamiento vital, y otros usuarios que proceden de centros de menores y no tienen ingresos ni familia", comenta Sánchez.

Vivienda. De las personas nuevas que acudieron a la Cocina Económica, solo el 54%, 245, disponían de un alojamiento estable. "Es un dato muy bajo, porque eso implica que casi la mitad no tiene una vivienda estable a lo largo del año", explica Sánchez, que recoge en la memoria de su trabajo la dificultad de las personas que residen en la ciudad para acceder a una vivienda, sobre todo, cuando los ingresos son mínimos. En diciembre de 2018, treinta de los usuarios nuevos de la Cocina Económica estaban durmiendo en la calle y, 88 lo habían hecho en algún momento de su vida. "La oferta de alquiler de habitaciones en la ciudad está en la economía sumergida", desvela el informe, que señala que es "habitual" que los inquilinos no tengan derecho a servicios básicos, como agua caliente, cocina o lavadora.

Problemáticas. Las razones que llevan a los usuarios a solicitar ayuda a la Cocina Económica son muy variadas aunque, según los datos del año pasado, la falta de permiso de residencia (25%) y el desempleo (24%) representan la mitad de esos problemas, hay otros, como adicciones precariedad económica o la falta de un hogar. Estos datos revelan que casi uno de cada cinco de los usuarios de la entidad no tendrían que pedir ayuda si contasen con un empleo y con un salario digno.

Soluciones. De los 452 usuarios que se integraron el año pasado en el sistema de ayuda de la Cocina Económica, solo el 3%, unas trece personas consiguieron un empleo que les permitió dejar de acudir a la entidad. Sánchez defiende que las personas que reciban una prestación social tendrían que realizar algún tipo de labor también social. "Cuando una persona se siente útil y sabe que lo que hace importa, se siente mucho mejor, sabe que se está ganando la prestación, que nadie le regala nada y hay un cambio en la actitud y en el estado de ánimo porque la ocupación dignifica", explica Sánchez, que alerta de que la Cocina Económica está en máximos históricos de atención. Actualmente, acuden una media de 230 personas todos los días al comedor. Durante el año pasado eran 190 de media; 646 familias recogían la comida para llevar a casa; 95 personas al día hacían uso del aseo, 50 iban al centro de día y 697 personas acudieron a citas con el trabajador social.