Nací en la aldea de A Silva de Abaixo, donde estuve viviendo con mi madre y mi hermana hasta los cinco años, para seguidamente pasar otros cinco años en la casa de mi madrina Agustina en Santa Catalina, que tenía una pensión llamada Ciudad de Méjico. En estes cinco años que estuve con mi madrina le ayudé en todas sus tareas y ganándome el pan nuestro de cada día. Ya con diez años volví de nuevo a A Silva y dos años después nos marchamos la familia a vivir a la calle de San José, donde definitivamente nos quedamos y yo estuve con allí hasta que me casé, cuando tenía 21 años con un coruñés: Francisco Martínez, trabajador de la empresa Isolux Galicia con el que tengo dos hijos llamados Francisco y Luis Alberto, los cuales ya nos dieron un nieto llamado Álvaro.

Mi madre trabajó toda su vida en la desaparecida Fábrica de Telares 'La Primera Coruñesa' ubicada en Juan Flórez, al lado del edificio del Leirou del Casino de La Coruña.

Mi primer colegio fue el público de A Silva de Arriba, en el que estuve unos tres años para seguidamente marcharme al colegio de O Ventorrillo cuando lo inauguraron, el llamado Ramón Bermúdez de Castro y cuyas profesoras eran todas de la Grande Obra de Atocha. En este colegio estuve unos dos años y luego me marché a estudiar a la Grande Obra de Atocha por nocturno y a los 14 años me puse a trabajar para ayudar a la economía familiar, entrando en un supermercado en la calle de Federico Tapia en el que pasé unos dos años y seguidamente en Casa Claudio donde estuve trabajando hasta que me casé.

Años después de casada empecé de nuevo a trabajar de forma esporádica en diferentes establecimientos como panadería, pescadería y carnicería hasta que me jubilé.

Mi primera pandilla y con la que más tiempo pasé en todos mis años de niñez y juventud fueron Nieves, Rosita, Pacita, Mari Carmen y Julita, con las que jugué todo lo que pude y el tiempo que me dejaban, ya que desde pequeña tuve que ayudar tanto a mi madre como a mi madrina. Recuerdo que todos los días tenía que bajar a buscar agua a la fuente de Fonte Nova, ya que en esta época no había agua y casi toda la zona tenía que abastecerse para sus necesidades básicas del agua de esta fuente que aún existe y que mucha gente sigue acudiendo a buscar el agua de este manantial para beber por la buena calidad que tiene.

Tengo que decir que de lo que más me acuerdo de esta primera etapa de mi vida fue cuando me mandaron al colegio de O Ventorrillo, donde iba todos los sábados y domingos y lo pasaba muy bien con otras amigas y compañeras ya que en este colegio teníamos toda clase de juegos para divertirnos y, además ,nos daban desayuno, comida y merienda. Todo un lujo para nosotros.

También me acuerdo de aquellos días de fiesta cuando llegaba la época de las peregrinaciones al Santuario de Pastoriza y la gente de todas las zonas de A Coruña llenaban la carretera de A Silva para llegar allí. Por mi zona se ponía un gran número de pedigüeños, lisiados, ciegos y con todo tipo de desgracias que pedían limosna a todo grito. Además, me quedó grabado para siempre aquella gente que hacía el camino de rodillas y daba pena cómo les quedaban con grandes llagas y con sangre. Ahora, por suerte, eso ya no se ve, aunque sigue habiendo las mismas peregrinaciones todos los años a Pastoriza.

También me acuerdo del Fialato que había en el Ventorrillo y la Feria dos Porcos que se hacía en el Agra, donde la gente de distintas aldeas de los alrededores venían a vender los cerdos. Esta feria fue muy conocida en mi época de niña y llenaba por completo la explanada del campo que había frente a la desaparecida aldea de Pénjamo donde años después se puso el concesionario de coches Cabarcos.

Se puede decir que casi siempre fui al desaparecido cine Finisterre, cuando se podía, y el único lujo de niña era cuando en el colegio de O Ventorrillo nos llevaban de excursión a una finca que tenía la Grande Obra por Iñás donde nos pasábamos todo el día jugando en dicha finca y conocimos al director del colegio Don Baltasar.

También cuando me llevaban al centro me gustaba ir hasta la Tómbola de Caridad para tratar de hacerme con las muchas postalillas que salían en los sobres con las rifas de dicha tómbola, que luego la gente te las regalaba o las tiraba en cualquier papelera y toda la chavalada se mataba por cogerlas para coleccionarlas.

Ya en la edad quinceañera y sobre todo cuando empecé a trabajar solía salir al rematar el trabajo con dos de mis compañeras de trabajo Mari Carmen y Julia, con las cuales en el verano iba a la playa del Orzán al mediodía y después por la tarde al terminar la faena, unas veces nos íbamos al cine o bien a tomar unos cafés al Otero o a la Bombilla o a tomar los calamares del Copacabana.

También solíamos ir a los bailes más conocidos del momento, como La Granja, Finisterre, Sally y Seijal. Para este último solíamos ir en el autocar que salía de la Dársena. Unas veces tenemos ido en los bancos de madera que tenía en el techo para ahorrarnos la mitad del billete. Lo malo es que para la vuelta tenías que espabilar para coger sitio en dicho autocar y así poder llegar pronto, ya que teníamos que estar antes de las diez de la noche.

También en esta época me acuerdo en el verano de cuando en el Kiosko Alfonso abrían cine y ponían Cafetería con Espectáculos, donde actuaban orquestas y diferentes artistas y la gente veía los espectáculos o bien dentro del recinto del kiosko haciendo consumición o bien de forma gratis desde fuera.

En la actualidad, como una jubilada más, me sigo reuniendo con mis amigas de siempre y con otras nuevas en una asociación cultural de mujeres y hombres de la que soy secretaria y una socia más, donde lo pasamos muy bien.