El Puerto y Puertos del Estado rechazan que el nuevo catálogo de edificios protegidos del plan general incorpore la lonja del Gran Sol. Defienden la competencia portuaria para hacerlo pero lo cierto es que el plan especial de 2000 exime a la construcción de cualquier tipo de amparo patrimonial. El plan general municipal sí protege tres conjuntos arqueológicos entre A Palloza y San Diego, devorados por los desarrollos portuarios: los vestigios romanos bajo el Centenario, el castillo de San Diego y el cementerio judío. Así se aprobó en 2013 sin que la Autoridad Portuaria expresase oposición alguna por haber sentido invadida su competencia. Lo más destacado que se conserva de los tres yacimientos ni siquiera está en la ciudad. Son las tres lápidas del antiguo cementerio judío que se encontraron por A Palloza durante unas obras hace, en este 2019, ciento cincuenta años.

Una está expuesta en el Museo Arqueológico Nacional y dos permanecen sin ver la luz del sol en sus almacenes. Las encontraron durante un desmonte para construir una fábrica de salazón en 1869. Las piezas sepulcrales fueron "donadas" 35 años después al centro estatal, según consta en sus archivos. Nunca volvieron. Solo hubo un intento del Concello, en 2005, de que regresasen a su lugar de origen, pero el Estado respondió que no aceptaba la reversión aunque sí se plantearía una cesión temporal para su exposición, que nunca se llegó a concretar. Además, el Museo Sefardí de Toledo alberga tres reproducciones de perfecta similitud pero fabricadas en fibra de vidrio.

La única de las piezas exhibidas en la actualidad es la bautizada como lápida de Seti. Según recoge de la documentación disponible la inscripción se refiere a su difunta dueña y a su esposo: " Seti, mujer de don Ishaq el Qarol (¿) Descanse en el Edén". Según el informe del museo, Seti es un nombre frecuente en la onomástica hispana, no solo en la judía, sino también en la cristiana. Sobre el marido, considera el boletín que " el Qarol" debe entenderse como "un toponímico" usado para nombrarlo.

La lápida está completa y tiene la estructura de un ataúd, que se respeta en la inscripción que la bordea. La datan entre el siglo X y antes del XII, al igual que las otras dos piezas, que se custodian en los almacenes pero no se exhiben. Son las conocidas como la lápida de Abraham Bar Meir Ben Peres, hallada a dos metros de profundidad y que está incompleta con una inscripción en L; y la lápida de Doña Justa, también incompleta.

Para el ex director del castillo de San Antón, hoy jubilado, José María Bello, los judíos son "los enormes desconocidos de nuestra historia medieval como ciudad, que ya de por sí no es demasiado conocida". "Los grandes desconocidos y los grandes olvidados", apunta el arqueólogo, que recuerda que su presencia en A Coruña, cuya dimensión se ignora, "tiene que haber sido importante si se tienen en cuenta tres datos": la calle Sinagoga, en la trasera de la colegiata de Santa María del Campo; "la indudable existencia" del cementerio en la Arrabiada, en la antigua Punta dos Xudeos, del que proceden las lápidas y los huesos encontrados en los años setenta; y la Biblia Kennicott, "que mejor debería llamarse Biblia de Isaac (hijo de Salomón), o simplemente Biblia de Coruña, como propone el profesor Carlos Barros, una de las grandes joyas de la miniatura medieval, prácticamente desconocida por los coruñeses".

Bello, que indica que el único alcalde que se preocupó algo por el tema fue Francisco Vázquez, sugiere que hay material suficiente para realizar una gran exposición sobre los judíos en la ciudad, en San Antón, consiguiendo la cesión temporal de las lápidas y la biblia con la creación de copias que podrían exponerse posteriormente de forma permanente en A Coruña.