Esta asombrosa ciudad musical ha dado, en mi conocimiento y por el momento, tres excelentes contratenores. Ya parecía bastante insólita la existencia de dos, Alberto Míguez y Christian Gil; pero ahora viene a sumarse un tercer contratenor: Miguel Ulla. Cantó muy bien y con una voz de buena calidad sendas obras de Dowland y Alessandro Scarlatti; en el registro agudo y con la boca bien abierta, produce sonidos tímbricamente muy bellos, de color aflautado. Es todavía muy joven y está en fase de aprendizaje. Hay que seguir su trayectoria y animarlo a que persevere. Le acompañó muy correctamente con la guitarra, Óscar Martos. El tenor, Daniel Canosa, cantó tres obras del compositor barroco, José Marín; y, con la soprano Gemma Román, la obra de Frescobaldi. El Cuarteto de cuerdas Arbitrium abordó un difícil repertorio. Son alumnos, por supuesto; resultó meritoria su versión de la preciosa obra de Turina. Por la tarde, el Festival Resis ofreció un concierto en la Domus. Con un magnífico elenco de siete músicos, una recitadora, y la dirección de Hugo Gómez-Chao, se interpretaron obras de seis compositores contemporáneos; de ellos, Grisey y Boulez han fallecido (éste, recientemente); los demás están activos y algunas de sus obras pertenecen al siglo XXI. Entre piezas de músicos consagrados, se sitúa una obra del compositor coruñés, Hugo Gómez-Chao Porta, con recitadora y sobre versos de Luís Rosales y San Juan de la Cruz. Hugo tiene un enorme talento. Y es otro ejemplo de lo que se gesta en esta insólita ciudad musical. La palabra silencio, clave en el texto, se acompaña mediante sutiles golpes de instrumentos de percusión con sonido indeterminado: bombo y gong. El valor del puro sonido. ¡Y del silencio!