Hay un hada madrina. También dos hermanas envidiosas, un príncipe, un baile fastuoso y hasta un zapato de cristal. Pero lo que se cuenta no es La Cenicienta, sino una historia muy distinta. En A salto alto. Entre xentilezas e exterminios, el cuento clásico es solo la excusa que permite disparar a la sociedad a quemarropa, para hacer evidente su ristra casi interminable de defectos y flaquezas.

El consumismo, el culto al cuerpo y esas ansias hoy tan actuales por colgar la mejor fotografía de Instagram son el punto de mira que se fija Circo no Ato en la pieza que escenificará el domingo en el teatro Colón (18.00 horas), y en la que asoma, entre anhelos de belleza, la cara más fea de la hermosura. Es aquella que nos cambia por dentro en función de nuestro aspecto, la que hace que nos sintamos "más importantes que otros al ponernos unos tacones" frente a "cinco minutos antes de hacerlo", y que estrecha el cerco alrededor de esa idea, peligrosa, del "si yo tengo, soy más".

"Nos interesaba el consumismo y cómo nos transformamos para adquirir esos productos. Sobre todo porque hoy se valora la estética, pero no la importancia del cuerpo como algo a cuidar y con lo que puedes construir", explica Carol Costa. La artista es una de los 12 acróbatas de la compañía de Brasil, que construye a golpe de verticales y figuras de triple altura una fábula moderna. La historia de los hermanos Grimm fue la inspiración para la creación de todos los números de la obra que, con excepción de algún sencillo juego de malabares, se ha querido centrar de forma exclusiva en la técnica de la acrobacia en grupo.

Cuenta Costa que el proceso duró once meses, entre el tiempo que pasaron en Río de Janeiro y su estancia otoñal en Barcelona. Allí recaló la compañía como parte de una residencia en la Central del Circ, una experiencia que "cambió" profundamente la dinámica del grupo hace cuatro años. "Las figuras que hacemos son muy altas, así que en Brasil entrenábamos en un parque. En Barcelona, en cambio, encontramos un espacio enorme, en el que podíamos trabajar todo el día", recuerda la artista.

El punto de partida en Cataluña fue el zapato de la Cenicienta, que marcó todo el espectáculo hasta el mismo título. Precisamente tacón es lo que significa en portugués salto alto, que juega con esa 'a' de delante a hacer referencias a "asalto" y "saltar". La acróbata advierte que la intención del grupo nunca fue contar el relato de la princesa Disney, sino reflexionar sobre su "magia" y sobre ese instante en el que "tiene un deseo, se transforma con la ropa y de repente puede conquistar a cualquiera". En la función, los artistas se enfrentan a esos mismos anhelos al entrar en una sala llena de vestimenta ostentosa, en busca de un lujo en el que no terminan de encajar.

"La ropa simboliza el consumismo, y que al final no importa que tú te sientas mejor o peor, sino lo que pones en Instagram", apunta Costa, cuya crítica se hace más evidente si se tiene en cuenta la tipología acrobática escogida. Para construir sus figuras, el elenco de la compañía tiene que "estar conectado con el otro" y "comprender su cuerpo". "Esa es la idea, que en realidad no necesitamos nada, solo estar juntos", asegura la atleta, que pasea su mensaje desde hace 3 años por toda Europa.

La de este domingo es la segunda gira que la agrupación realiza a ese nivel, y que la ha llevado a puntos como Reus, Rivas- Vaciamadrid y Toulouse. A ellos ha llegado su apuesta por cambiar la sociedad, que se ha intensificado en su última producción, pero que siempre ha estado presente en la compañía.

Para Circo no Ato, la diversión despreocupada típica del lenguaje circense no excluye propuestas más profundas, ni una labor que trate de marcar la diferencia. En su ciudad natal, el grupo ha actuado en barrios con un difícil acceso a la cultura, y ha peleado en sus directos por invertir esos roles de género en los que "el hombre siempre es el fuerte y la mujer la que vuela". "La cuestión social está siempre con nosotros, sino seríamos solo acróbatas. Y no somos eso. Somos artistas de circo", zanja Costa.