En la historia de la música, no existe compositor alguno más admirado que Johann Sebastián Bach. E incluso, también con alto grado de probabilidad, ninguno alcance el nivel de excelencia que se le reconoce al músico alemán. En el concierto del pasado viernes, cinco importantes compositores le rindieron homenaje transcribiendo algunas de sus obras o inspirándose en ellas; y aún podemos añadir uno más, el propio director, Paul Goodwin, que arregló hasta seis fragmentos de diversas cantatas y del Oratorio de Pascua. Goodwin es un gran músico; las transcripciones no pueden ser más acertadas; de hecho la orquesta (muy reducida) sonó maravillosamente como un conjunto barroco, en el estilo de las mejores agrupaciones que pueden escucharse hoy en día. Las trompetas (sobresaliente, John Aigi) y los oboes (sobresaliente, David Villa) mostraron un timbre característico, lo cual, unido a los restantes instrumentos y a su tratamiento global, produjo un feliz resultado. La pieza de cámara, de Stravinski, Dumbarton Oaks, se inspira, con tratamiento moderno del lenguaje, en los conciertos de Brandemburgo. La partitura de Corigliano, Fancy on a Bach Air es una soberbia recreación del aria de las Variaciones Goldberg (BWV 988). Webern se inspiró en la Ofrenda Musical (BWV 1079) para transcribir con acierto y respeto una fuga a seis voces. Por su parte, Vaughan Williams, en colaboración con Arnold Foster, transcribe con su habitual excelente oficio el preludio coral, Wir glaiuben, BWV 680. Y Heitor Villalobos queda representado por sus hermosas Bachianas brasileiras nº 2. Para concluir un bello e insólito programa, se ofreció como bis el aria en Sol de la Suite en Re, (BWV 1068). Nada podría cerrarlo mejor que esta página sublime.