"El médico municipal iba a visitar a casa y daba la orden del ingreso en el hospital. Con esa orden se presentaba en la puerta y eran atendidos". Así funcionaba el Hospital de la Caridad o de los Dolores para las personas sin recursos en A Coruña en los años 30 y 40, cuando Manuel Piñeiro Pose decide donar un inmueble entre las calles Payo Gómez y Teresa Herrera que ahora reclama el Concello. Lo cuenta Carlos Fernández, médico y escritor del libro Antiguos hospitales de A Coruña, publicado en 1995.

Estos complejos sanitarios, a los que ahora acuden ciudadanos de todas las clases sociales, estaban destinados solo al cuidado de los más necesitados, puesto que los más pudientes, explica el experto, "eran atendidos en casa". Era el Ayuntamiento el que se hacía cargo, según una ley de siglo anterior, de este tipo de atención sanitaria pero, como en todos los hospitales de la provincia, se recibían aportaciones del Arzobispado y donaciones privadas, como la que hizo Piñeiro Pose, aunque no se llegó a efectuar.

Pese a que no hay constatación de que en A Coruña fuera así, es probable que sucediera como en Betanzos, explica el experto. Allí, el hospital, llamado de San Antonio, con 30 camas de capacidad, se financiaba con aportaciones de órdenes religiosas, bailes benéficos y donaciones particulares de familias ricas. "Era bastante habitual entre las clases altas porque era una manera de lavar sus pecados. Era un círculo vicioso religioso", apunta Fernández.

Así, la conexión entre la administración pública y la Iglesia en estos hospitales era muy estrecha. Solían ser órdenes religiosas las que gestionaban los centros y también eran monjas las que ejercías la labores de Enfermería. En cambio, los médicos, aclara Fernández, eran civiles. El médico relata que existe una foto del hospital coruñés, de un patio en su interior, en el que posa toda la plantilla del mismo, con los hombres, de traje y sombrero de copa, en primer plano y monjas, con el hábito, en la parte de atrás.

El número 28 de la actual calle Hospital era la ubicación del edificio, que nació gracias a la donación de Teresa Herrera a la Congregación del Espíritu Santo y María Santísima de las Dolores en 1789 para fundar "una obra pía de hospital de caridad". El objetivo era "ayudar y recoger a los pobres" así como abrir un hospicio y una inclusa para niños expósitos. En 1791, según fuentes municipales, el centro ya recibe los primeros enfermos, aunque se seguirían construyendo anexos para el resto de servicios que llegó a albergar. También había, comenta Fernández, "una habitación de partos secretos que era donde la mujer rica que se quedaba embarazada daba a luz y dejaba al niño en la inclusa".

En enero de 1950, el Concello compra la Clínica Labaca para destinarla a Hospital Municipal por la "inadecuación y el estado semirruinoso" del de la Caridad, del que asumiría sus labores.