Una de las piedras de la calle Real lleva un par de días vallada porque no está correctamente colocada y, de este modo, se evita que alguien tropiece y se caiga. Lo que para unos es solo una alerta para cambiar el rumbo, para otros es un regalo, una oportunidad para pasarlo bien. Dos jóvenes se pararon por la noche en la calle para desafiar a ese triángulo formado por las vallas de la Policía Local y, uno de ellos, se dedicó a saltarlo mientras su compañero lo miraba con atención. Lo sobrepasó, al menos, un par de veces e, incluso, se pensó hacerlo con el monopatín en los pies.